DESDE EL RINCÓN
Desde el rincón de esta sala en penumbras, recostada en la incómoda cama ortopédica, trato de conciliar el sueño que desde muy temprano me fue quitado: una muestra de sangre, una más; la toma de presión, el desayuno de claustro, un baño a media mañana, una caminata corta en bata blanca, el descanso por la agitación producida, el almuerzo de hospicio, la siesta simulada, las visitas del último día, las miradas de despedida… -¡Pero amigos, en una semana, ya corro con ustedes, me río de la vida! Para eso me opero, y sólo faltan unas horas. Desde el rincón veo la enfermería iluminada: el doctor López, el que se va a hacer cargo de mi cuerpo, el que me va a abrir en canal para colocar las piezas extrañas que necesita mi gastado corazón, está leyendo, supongo que historias clínicas, entre ellas la mía y de a ratos se ríe con la enfermera. Alcanzo a ver la hora, en el rincón del pasillo, las once. -¡Dios mío! ¿Por qué está trabajando todavía? Mañana es día de operaciones, de concent