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Mostrando entradas de agosto, 2017

DETRÁS DEL VIDRIO

Algunos creen saber, presienten, intuyen, pero no tienen la certeza. Se les antoja que vivo en otra dimensión, que respiro otro aire, que rio sin que entiendan el motivo, que me escondo detrás de los paisajes. Cuando me quedo absorta, mirando las gotas del ventanal, que con las horas se van masificando, escurriendo en rios y evaporando, se extrañan por mis silencios, se preguntan dónde estoy, porqué no grito, no golpeo, no desautorizo, no hablo, pero no tienen la certeza. Yo soy de acá y de allá. Allá es, encaje en las ramas en el ocaso , masajes en los pies. Almudena Grandes en la mesa de luz, con sus frases larguísimas, que describen con magia el allá de ella, para mi. Antes, Eduardo Sacheri, Elena Santiago, Adolfo Colombres, Irene Nemirovsky, el genio de Philip Roth o de Julio Cortazar, y más, en la estela de mis i má genes. Allá es la niebla que tapa las luces, la liebre sorprendida que se olvidó de correr, los pequeños en sus bicicletas, mi hija que saca la tarta del

BINOCULARES

Atardece. E l viento sopla esculpiendo masas grises de vapor, pero también, arranca, despeina, enfría. Detrás de una ventana, se escucha el rasgueo de una guitarra, risas, el sonido de la cerveza tirada. Detrás de una ventana, se reparte el puchero con pan. Detrás de una ventana, se mastican lentamente, semillas de girasol. Una detrás de otra, hasta que se termina la tarea, enfrascados en masticar y mirar. De lante de un puesto de diarios cerrado, a su amparo, un viejo muy flaco, con un gorro de lana en la cabeza y un sobretodo manchado por los deshechos de los días, cuida varios bolsas de plástico negro, resguardándose del inclemente. Eso cree él, a pesar de que los ojos están turbios y un temblor continuo hace presa de su cuerpo. Lo acompaña un cartel que dice: “Cambio binoculares con alcance de 50 metros por un carrito mediano con cuatro ruedas”. ¿Habrá buscado escotes femeninos desde el asiento de un palco?. ¿ Habrá vestido traje y zapatos de cuero?. ¿ Habrá brindado

TRAZAS

En este caso, me refiero a pequeñísimas cantidades, reales o temporales, necesarias para conseguir un equilibrio duradero, en los procesos de una vida. Si son micronutrientes, servirán para el crecimiento y mejor desarrollo de órganos vitales. Si son catalizadores o enzimas, servirán para que se active una reacción quimica o un sistema biológico, sin intervenir en ella. Si el catalizador es humano, bastará su imágen para aglutinar amistades, sentimientos. Su presencia queda en las ondas cerebrales, en los pensamientos, y es muy difícil eliminarla, si hay una prueba real de su existencia. Nos acompañará toda la vida. La información en la nube, es un hecho. ¡ Quién no enciende cada día su computadora y espera encontrar una foto, un comentario, un relato, de la o las personas a las que no ve, pero de las que recibe su optimismo! Visualizar los incipientes brotes vegetales, remite al comienzo de las vidas que concebimos, el tocar la nueva piel que es parte de la nuestra. Es darnos c

CORCHEAS Y FUSAS

¿Cómo podría pasar al papel, lo que me pasa, cuando alguna conjunción de sonidos me sacude, me llena el cuerpo de serpentinas? Podría decir lo mismo cuando leo, de un grande entre los grandes, frases como éstas: “ Para que tu me oigas, mis palabras se adelgazan a veces, como las huellas de las gaviotas en las playas”. “ Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma”. “ No conozco la sierra sin nieve. No comprendo el invierno en abril. No me explico la vida sin ti”. Bellísimas. Bajando a la tierra, es el aquí y ahora. El hipotálamo genera endorfinas. Se crean momentos efímeros de bienestar. Tengo una historia en que la música, ciertos sonidos ancestrales, provocaron un bienestar permanente. El lugar: Mongolia al sur, en las estribaciones del desierto de Gobi, el más extenso del planeta. La vida de pequeñas colonias nómades, en tiendas desmontables, rodeadas de arena, rebaños de ovejas, cabras y camellos. Por dentro, alfombras, tapices, hornos alimentados con las r

EL VESTIDO

Salí del taller de confección, junto con otros cien. Me entregaron en una tienda llena de luces, en una galería comercial importante. Tuve la suerte de vestir un maniquí, de niña de 11 años. Las mujeres con hijas, tocaban la tela, miraban el diseño: corte recto, cuello redondo, cierre en la espalda y un pequeño volado en la parte inferior, que indicaba que puedo volar, color azul con pinceladas de bosque verde . Me mostré orgulloso durante dos días hasta que noté esa mirada de “Me lo llevo”. Unas manos me sacaron y me llevaron al mostrador. Me envolvieron para regalo y me depositaron en una valija, tratando que no me arrugue. Crucé el mar y esperé. Estuve sobre un estante, dentro del envoltorio y fui el regalo de una niña de 11 años, que rompió con ganas, el papel brilloso. No la sentí entusiasmada, pero no me amilané, porque los niños esperan juegos de ingenio, rompecabezas, animalitos de granja, sandalias doradas. Me guardaron en un placard, al lado de otros vestidos. Todos los dí

LA NARANJA

Desperté bajo la caricia del sol, era un capullo apretado de color blanco con vetas violáceas, uno de muchos escondidos debajo de hojas muy verdes y duras. Hojas que me protegieron de la lluvia y el viento que arrastraron a varias de mis hermanas: selección natural, escuché de los humanos. Me abrí en flor blanca y comencé a despedir compuestos, que arrastrados por el aire, perfumaban el entorno. Después de un tiempo, un botón verde, se hizo visible, y reemplazó mis pétalos, que se volv ieron amarillos, a veces amarronados. P erdían la humedad y caían. Comencé a crecer, era yo, en forma de fruto. El calor del estío fue dorando mi cubierta, hasta tomar un color naranja intenso. Dentro mío pasaba lo mismo. Se iban encadenando sustancias simples dando lugar a otras más complejas: nutrientes, decían los humanos. El color interno se asemejaba al de mi piel. Crecían semillas: mi esencia para volver al ciclo de la vida. Era una naranja de ombligo, una mutación que nació en un Monasteri

FANTASMAS PIONEROS

Hace 100 años eran personas de carne y hueso, con proyectos no satisfechos en sus tierras. El frio era cada vez más frio y la sopa más aguada. Los viajeros traían noticias de muerte y desolación, que repartían como cartas, dejándolas en las mesas rústicas del mesón del Carlos, el bizco. Los parroquianos escuchaban, dejando una moneda negra por el manoseo, a cambio de una medida de grapa, que la hacían durar y durar. -Manuela, nos vamos, dijo Antonio. ¿A vos te gusta el mar? Pues vamos a la Argentina y nos instalamos cerca del mar. Sale un barco dentro de tres meses. También se va el Pancho con la Angelita y el Javier con la Milagros. Mi hermano, el Fernando, se queda cuidando las tierras. Lo tenemos todo hablado, ahora a llenar los baúles. No me mires así. Podes acomodar tus manteles bordados y las sábanas con las cinco hileras de vainilla. También los retratos de familia y la mantilla que tejió tu madre. -Está bien, lo que vos digas. Dicen que hay manzanas rojas y vacas gordas. S