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Mostrando entradas de abril, 2017

Sobre una casa

LA CASA Soy alta y tengo ojos rectangulares en el frente, en el largo lateral y en el fondo. No tengo párpados. Cuando la primera luz aparece, allá, bajito en el horizonte, empieza a dar forma a todo el mobiliario que permaneció invisible en las horas negras. Hace muchos años vive el hombre solo. Dicen que conoce el mundo porque maneja esos pájaros metálicos que van de acá para allá, encima de los techos para después perderse en sus rutas entre las nubes. Llega, deja el uniforme en una percha, pone a calentar la vianda que le tocó en el último viaje y conecta su viejo equipo dónde escucha a Vivaldi o Mozart en discos de pasta. Los pájaros de los árboles vecinos se concentran en el pasto siempre cortado, tratando de aprender notas nuevas. A veces lo acompañan mujeres bellas, una por vez, siempre distintas. Entonces la música cambia: suena Roberto Carlos, María Creuza, Julio Sosa o mi amada Edith Piaf, según los gustos de la compañera, que también ríe en otra cascada de sonido

Sobre mar y playa

ALMEJAS En mi trayecto a la playa, los departamentos a la calle, abren sus puertas y muestran a la familia desayunando: abuelos, padres e hijos alrededor del mate y las facturas. Las ventanas están cerradas para preservar cierta intimidad, de clase media que ha realizado el esfuerzo. El mar se ve gris porque refleja el color del cielo. Las horas previas a la lluvia son cálidas, acunadas por una leve brisa. Invitan a caminar. Hay revuelo de gaviotas, quiere decir que hay almejas en la orilla. La actividad de éstos bivalvos es intensa. Toman el agua de mar y la filtran gracias a un sifón, quedándose con el alimento, proveniente del fitoplancton, después la expulsan y con ese efecto jet, se entierran, ayudando además, con su lengua, el avance hacia lo profundo. En la superficie se ve el chorrito expulsado. Cientos de chorritos a mis pies y las olas tapando y destapando. UN LUJO Según algunas definiciones “un lujo” es aquello que escasea o de lo que se carec

Sobre perros y gatos

PERROS Conozco un perro mediano, gris, de ésos a los que se les corta el pelo en primavera. Un pelo ligeramente enrulado, que sobre el cuerpo parece una manta, sobre las patas, botas de caña alta, y sobre los ojos toldos de heladería. Después de engullir su alimento integral, recorre el patio y el pedazo de tierra, dónde sólo hay pasto, infinidad de veces. Si me ve con la escoba, no me deja trabajar, quiere que juegue con él. Cuando amontono las hojas y las piñas que van cayendo, siempre me saca alguna, para que lo persiga y se las haga devolver. Necesita ese movimiento, para después a la tarde dormir la siesta y empezar de nuevo. Los que viven en un departamento o en una casa con jardín cuidado, tienen restringido este movimiento. Algunos dueños los sacan a dar vueltas a la manzana, pero siempre con su ritmo, muchas veces lento, mirando un celular. Otros, los menos, aprovechan pedalear en su bicicleta y en esas circunstancias, el perro corre, a la par del hombre. Existe

Sobre árboles

LOS DOS Los plantó el abuelo y nos hizo probar sus frutos. Cuando los volví a ver, después de varios años, estaban sumergidos debajo de cientos de hojas, su ropaje del último verano. Sus troncos eran firmes, pero las ramas más gruesas soportaban muchas más, finas, con diversas orientaciones, algunas entrecruzadas, otras estiradas, apuntando al cielo en busca de luz. No hubo flores ni frutos, no alcanzó el alimento de la tierra, todo se lo llevaba la celulosa en su afán de reproducirse. El frio del invierno durmió la savia, sobresalía una enramada seca. Llegó el especialista con tijeras afiladas, instaló una escalera. Caían las ramas parásitas sin vida. “ Que la poda ayude a que cada árbol dé frutos”, se pidió y se cortó con ese fin. Ahora los dos se ven elegantes, estilizados. Todavía están dormidos, inconscientes de imaginar que se vestirán de flores blancas. MOMENTOS Se siente una leve euforia, después la presencia, los ojos se humedecen, la euforia continua. Algún

¿Sirve?

Para parar los pensamientos que zumban como las abejas en una colmena... ¿sirve? Delinear el contorno de las hojas rojas, encandilarse con las pequeñas verdes y doradas, sorprenderse por la cantidad de racimos de flores blancas que pueden cubrir un árbol. Tirarse por una calle empinada con un cochecito y su ocupante, escuchando los gorjeos de su edad. Describir las razas de los perros, que acompañan dócilmente al paseador. Cortar la lechuga con la mano, separando las fibras gruesas. Espiar todos los días al olmo pelado y descubrir los primeros brotes. Meterse debajo de la corteza y subir con la savia, como en un ascensor, hasta la rama más alta y desde allí, crecer con la hoja, reflejar el sol de la tarde y volverse negra con la noche. Sentir la sonrisa, en el saludo de un amigo, que se desparrama hasta el último cabello.

Detrás del vidrio

Algunos creen saber, presienten, intuyen, pero no tienen la certeza. Se les antoja que vivo en otra dimensión, que respiro otro aire, que rio sin que entiendan el motivo, que me escondo detrás de los paisajes. Cuando me quedo absorta, mirando las gotas del ventanal, que con las horas se van masificando, escurriendo en rios y evaporando, se extrañan por mis silencios, se preguntan dónde estoy, porqué no grito, no golpeo, no desautorizo, no hablo, pero no tienen la certeza. Yo soy de acá y de allá. Allá es, encaje en las ramas, masajes en los pies, Almudena Grandes en la mesa de luz, con sus frases larguísimas, que describen con magia el allá de ella para mi. Antes, Eduardo Sacheri, Elena Santiago, Adolfo Colombres, Irene Nemirovsky, el genio de Philip Roth y más, en la estela de mis imagenes. Allá es la niebla que tapa las luces, la liebre que se olvidó de correr, los pequeños en sus bicicletas, mi hija que saca la tarta del horno. Allá es la fila interminable de hormigas,

Carnavales de Cuento

Se conocieron un sábado de Carnaval, en el baile organizado por la Sociedad de Fomento. Para ella, un deslumbramiento. Para él, una conquista más. Le robó un beso y le pidió la dirección para encontrarse, el sábado siguiente. La sonrisa no vio la mueca ni el guiño cómplice de una broma de mal gusto. Ella compró la tela y cosió un vestido nuevo. Lo estuvo esperando varias horas, frente a la ventana, con el celeste estrenado, sobre su cuerpo. En la semana se enteró, que ese sábado, él se había casado.

Historias de Mujeres Comunes II

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Ya está disponible mi segundo libro "Historias de Mujeres Comunes II", tanto en  formato electrónico (e-book)  como  en papel . ¡Compralo ahora en Amazon! Son 14 relatos, cuyas protagonistas viven en suelo argentino, pero sus vivencias son universales: amor, acoso, maltrato, pérdida, adicciones, suposiciones, fatalidad. Lenguaje llano con vocabulario a veces procaz, en sintonía con el medio. 

Historias de Mujeres Comunes I

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Ya está disponible mi primer libro "Historias de Mujeres Comunes I", tanto en formato electrónico (e-book) como en papel . ¡Compralo ahora en Amazon! Los relatos tienen un germen cristalino, a partir del cual crecieron, relacionado con la confidencia, un encuentro fortuito, una fuga necesaria, algunas escenas cotidianas, una comida típica, una disfunción neurológica, un viaje a través del tiempo. Algunos, los de allá, se desarrollaron durante la segunda guerra mundial. Otros, los de acá, en la Argentina del aprendizaje.

Día del Padre

Sosteniendo  las bolsas de la compra con una mano, Marisa empujó con la otra, el pasador de la puertita de madera, que formaba parte del cerco de la casa. En ese momento una de las bolsas se desfondó,  y los dos kilos de mandarinas, oferta del puesto de la feria de la plaza, se desparramaron por el piso. -¡Justo ahora, la c… de la lora! Malenaaa, gritó, vení a ayudarme.  Un mal paso sobre una de las lajas y el borde del pantalón quedó salpicado con agua sucia. ¡Lo que me faltaba, me lo puse limpio esta mañana, no lo puedo creer! La joven abrió la puerta y tomó las bolsas que todavía cargaba su madre. Las apoyó sobre la mesada de la cocina y fue a recoger la fruta caída. Volvió y la acomodó en una fuente de plástico, mientras Marisa se cambiaba los zapatos por chinelas gastadas. Era su día libre en el Hospital. -Tomá un mate, le ofreció su hija, el agua está caliente. Me falta poco para  terminar con el resúmen de historia, mañana tengo prueba. -Lo encontré, Malena, lo encont

Las Muñecas

Tac, tac, tac, el cuchillo contra la tabla de madera, y en el medio la cebolla. Juana pasó lo picado a un plato y fue hasta la heladera. Quedaban dos huevos. Por un instante dudó. -Victor fue a buscar la paga, pensó, a la tarde saldo las cuentas y traigo una docena. Tomó los dos, los cascó y vació en un recipiente de vidrio. -Con la carne picada y un poco más de pan, salen albóndigas para todos. Voy a ver que hacen las nenas, se dijo. Dejó la cocina, atravesó el comedor, demasiado grande y vacío, y salió al jardín de adelante: era amplio y lo único de esa casa en construcción que tenía mucho color. Un cerco de madera lo separaba de la vereda, después tierra y la zanja para recoger el agua de la lluvia. Sus hijas jugaban sobre el pasto, al lado de las arverjillas y las margaritas. La pequeña Sofía, de dos años, pasaba cantos rodados de un recipiente a otro. Catalina y Leonor de 7 y de 5 eran: la vendedora y la compradora en una verduleria improvisada, dónde la estrella era la b

El Niño

Toda la semana se arremolinaron nubes blancas: llegaban de a dos, de a tres, con formas fantasiosas y se iban fundiendo en una gran masa compacta que tapaba el sol y daba respiro a una tierra reseca que clamaba por agua. Después, el viento las dispersaba y desaparecían, quedando sólo el azul celeste, rota la promesa del alivio esperado. Sin embargo, aunque escondidas, quizás sobre el mar, se compactaban y volvían más densas. Al quinto día comenzó la actividad eléctrica, las capas estaban saturadas y se disparaban relámpagos que las atravesaban, iluminando una imagen del infierno. Cada tanto un rayo caía sobre la tierra cuarteada, chamuscando la hierba rala, o quemando ramas al azar. En poco tiempo, el cielo fue una masa gris, al principio revuelta y con diferentes matices, y después cerrada, del color del plomo y pesada como éste. La masa no aguantaría más su contenido, unos goterones fueron cayendo, avisando a los desprevenidos que buscaran refugio; después siguió un granizo y se

La Camisa

Acaricio esa camisa blanca, que tus ojos eligen con frecuencia, que tus manos acomodan al cuerpo, tratando de imaginar por cada hueco de su trama el mundo que no conozco. La guardo. Abandono la casa. En la mía, me recibe una cerveza y una boca que me exige la paga.

El Ordenado

Amanece. Voy a la cocina, lleno la pava con agua, hasta que siento el peso acostumbrado. Prendo la hornalla con el chispero y preparo la calabaza con la yerba mate. Salgo al patio y siento el calor del sol sobre mi cara. Tropiezo. !Otra vez, cambiaron la silla de lugar!

El Tímido

No quiero llamar la atención, pero cuando me vuelvo dorado, el viento comienza a desnudarme, la lluvia deshace mi ropaje dejándome expuesto. Pronto sólo quedaran mis brazos alzados al cielo, vacíos, inmóviles, con el frío mordiendo mi corteza. Sin nidos, sin sombra, sólo arañas tejiendo sus trampas con hilo plateado.