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Mostrando entradas de junio, 2017

EL ALARIDO

Comenzaron a salir de la cueva, como hormigas antes de la lluvia, abrigados, deseosos de reanudar sus actividades de supervivencia. Las mujeres caminaron hasta el rio, para lavar ropa y cacharros; los jóvenes fueron a buscar leña; los hombres, algunos a cazar y otros a pescar en el recodo, ya liberado del hielo. Los ancianos se acomodaron al sol, supervisando que los niños desgranaran un lote de legumbres, de las reservas guardadas en el invierno. Se reanudaba otro ciclo de temperaturas más benignas, de días más largos, comidas mas variadas. Dos artesanos afilaban piedras y restos de huesos para tener puntas de flecha para sus armas de caza. Tea tenía predilección por la búsqueda de trozos de roca, que después se desbastaban y trabajaban. Se sentía orgullosa por haber encontrado una piedra grande, plana, horadada en el centro, que las mujeres usaban para desmenuzar el grano. A la pasta le agregaban agua, hacían bollos y los cocían envueltos en grandes hojas, sobre las cenizas. Esa

SICARIO

Es una de esas mañanas en las que la niebla se alza, sin apuro, del pasto de los jardines, después de dos días de lluvia continua. Mario se despierta con el ladrido de varios perros, que intentan alejar a otro, al extraño, de su territorio. Se levanta, se pone un pantalón y un buzo sobre la remera con la que durmió. Abre los postigos de la única ventana de su casilla. A unos metros hay una bomba que provee de agua a los moradores de “La manzana”. Sale y carga dos botellones. Al rato se escucha el borboteo en la pava, sobre el calentador a kerosene. No tiene garrafa de gas desde hace dos días. Se pasa sus grandes manos por el cabello encrespado mientras ceba unos mates. “ La manzana” es cómo un grano en una cara maquillada; está en el interior de un barrio próspero de casas bajas, cerca de una avenida importante. Es un racimo de casillas improvisadas con materiales que sus habitantes consiguieron en demoliciones o en la calle. No tienen los servicios básicos ni títulos de propie

Día del Escritor

Por el día del Escritor, quiero compartir gotas de rocío de un par de Grandes. 13 de junio de cualquier año. FRASES DE JULIO CORTAZAR Si me ves por alguno de tus pensamientos, abrázame que te extraño. Siempre fuiste mi espejo. Quiero decir que para verme tenía que mirarte. Pero te quise y te quiero aunque estemos destinados a no ser. Porque sin buscarte te ando encontrando por todos lados, principalmente cuando cierro los ojos. Existe una cita aún sin fecha ni hora, para encontrarnos. Yo ahí estaré puntual, no sé si tú. Yo era así, antes que tú llegaras, caminaba por las mismas calles y comía las mismas cosas. Incluso antes de que tú llegaras. Yo ya vivía enamorado de ti, y a veces no pocas, te extrañaba como si supiera, que me hacías falta. FRASES DE ALEJANDRA PIZARNIK Y aún me atrevo a amar el sonido de la luz en una hora muerta, el color del tiempo en un

Matrimonios y algo menos

MATRIMONIOS Y ALGO MENOS Sobre la estructura de un Texto de Vicente Batista. El irri­tante sonido del despertador sacude a Miguel. Alarga su mano derecha hacia la mesa de luz y con un movimiento automático termina con el escándalo que se repite todas las mañanas y piensa “Es domingo, otra vez me olvidé de adelantarlo”. Abre los ojos y con aprehensión mira de costado. “Por suerte no se despertó”. Natalia continúa durmiendo, sin enterarse de nada. Miguel comienza a vestirse en silencio, no quiere despertarla. La mira: el cuerpo de ella apenas está cubierto por un camisón mínimo y transparente. ¿A qué hora habrá llegado anoche?, no la escuché. Han pasado muchos años, y ya no la desea como la primera noche. Termina de atarse los cordones de las zapatillas y se incorpora con sigilo para abandonar la pieza. Ella abre los ojos y refunfuñando pregunta: "¿Qué hora es?" Instintivamente se cubre con las sábanas y se sienta sobre la cama. Quiere saber qué día hace. Migu

Lo efímero

Verme genera suspiros. Llevo un traje negro con ribetes dorados. Dormí en bodega de roble, a una temperatura de sosiego. Retiran el corcho, acercan las copas de cristal. Suena el teléfono, alguien se sobresalta. Sólo escucho ¡Noooo! Y me transformo en miles de gotas moradas, perdidas sobre el blanco mantel.