EL ALARIDO
Comenzaron a salir de la cueva, como hormigas antes de la lluvia, abrigados, deseosos de reanudar sus actividades de supervivencia. Las mujeres caminaron hasta el rio, para lavar ropa y cacharros; los jóvenes fueron a buscar leña; los hombres, algunos a cazar y otros a pescar en el recodo, ya liberado del hielo. Los ancianos se acomodaron al sol, supervisando que los niños desgranaran un lote de legumbres, de las reservas guardadas en el invierno. Se reanudaba otro ciclo de temperaturas más benignas, de días más largos, comidas mas variadas. Dos artesanos afilaban piedras y restos de huesos para tener puntas de flecha para sus armas de caza. Tea tenía predilección por la búsqueda de trozos de roca, que después se desbastaban y trabajaban. Se sentía orgullosa por haber encontrado una piedra grande, plana, horadada en el centro, que las mujeres usaban para desmenuzar el grano. A la pasta le agregaban agua, hacían bollos y los cocían envueltos en grandes hojas, sobre las cenizas. Esa