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Mostrando entradas de diciembre, 2017

NOCHE DEL 25 DE DICIEMBRE

Qué noche suave, con abanicos invisibles que hacen bailar el aire, iluminado por el cuarto lunar e hipnotizan con coreografía de ramas sobre el muro opaco. Qué noche suave para recordar sensaciones, amigos, aromas, paisajes. Qué noche suave para flotar en el cosmos oscuro, perforado por miles de fuegos que te cantan armonías, que te muestran la paz. 

LA LUNA NO SABE

La luna no sabe que es la luna. No sabe cómo se ve. No sabe si es redonda o porción creciente O decreciente o no se ve. No sabe que maneja las mareas. No sabe que junta los sentimientos En un banco de madera. No sabe que junta los sentimientos a kilómetros de distancia. No sabe que la miran y sonríen O sonríen y caminan dormidos O escriben sobre ella Porque ella escucha Sin saber que es la luna.

VINO DE CIRUELAS

Claudio se despertó con su ronquido. Abrió los ojos desorientado y miró el reloj. No lo podía creer, ya las siete y media. -Antes la luz entraba más temprano, pensó. -Mirta, es tarde, le dijo a su mujer. -Media hora más, dijo ella, girando su posición y tapándose con la sábana. -¿No vas a preparar el mate? preguntó Claudio, terminando de vestirse. -Te lo llevo después al galpón. Andá llenando las botellas, que con la Mari, tapamos y etiquetamos. Claudio entró en la cocina. Exprimió un limón en un vaso de agua y se lo tomó. La Cooperativa tenía más compradores desde que al ingeniero se le ocurrió probar con las ciruelas. Había dos hectáreas plantadas con las moradas. El precio del mercado estaba en baja. Maduraban y caían. Las mermeladas se vendían en el invierno. Lo rentable era el vino patero y este vino delicioso de ciruelas que era una revelación. El ingeniero le encontró el punto justo, ligeramente dulzón y con cuerpo. Se lo dieron a probar a un representante d

CONÍFERAS

En diferentes zonas costeras de la provincia de Buenos Aires, dónde el rio de La Plata, se separa del mar y éste baña las playas de arena, es común que continúen los médanos, que van cambiando de forma según los peinen los vientos. Para fijar estos médanos y evitar el arrastre de la arena hacia campos vecinos, se han realizado plantaciones de pinos, especie exótica, no nativa, que se ha desarrollado muy bien, formando bosques, que con su fronda cumplen este cometido. Hay más especies que se han adaptado: árboles, arbustos y floraciones que viven en la arena con una mínima capa de sustrato orgánico. Hay un pino de tronco recto, ancho, del que parten ramas no muy gruesas, que se distribuyen alrededor, formando una estructura piramidal. Hoy descubrí otra especie, de la que busqué el nombre: pino bungeana, plantado en todo el perímetro de una plaza, cercana a mi casa, en el que el tronco principal, permite que crezcan ramas, que se transforman también en troncos a muy baja altura,

HAY UNA CALLE

Hay una calle, por la que no me animo a pasar, es una línea de un poema de Borges. Realidad de muchos, realidad mía. Una calle donde existe la casa, de ventanas protegidas por rejas negras por fuera y puntilla de hilo por dentro, y allí vive ella. Imagino malvones, clavelinas y rosas. Un jazmín perfumado del que toma las flores para estar acompañada. Voltearé la cara si aparece en la puerta. No sabría cómo explicarle. Sólo me paro en la esquina. Levanto el cuello de mi camisa y acomodo mis anteojos de sol. Es el amor, pero ella tiene una vida. E n rueda de amigos le sonrió a otro. Tendré que ocultarme, para no ponerme en evidencia. Me mostraré con poemas y seré feliz si llego a su alma con alguno.

LAS DOS CARAS DE UN DICIEMBRE

Calor, brisa, playa con poca ocupación. Muchos en los supermercados, en las casas de comidas, en las casas de regalos. Es víspera de Navidad. El mar se ha retirado, va y vuelve en capas de centímetros, devuelve almejas y berberechos, que prontos se entierran nuevamente para sobrevivir. Las gaviotas saben que están al ras, parecen ahítas y como es tan manso el oleaje, se posan sobre el agua y se dejan llevar. No se inmutan cuando la mujer, flota cerca de ellas, cuando unos niños se tiran y se levantan, gritan, gesticulan. Calor, brisa, campo arrasado cercado por alambres de púas, con algunos carteles de prohibición de pa so que se desteñirán con el paso de los años y caerán como herrumbre diminuta sobre el terreno muerto. A cielo abierto hay cientos de ataúdes de plomo. Si pudiéramos espiar en uno, encontraríamos fragmentos ígneos, de los restos contaminados. La ciudad fue evacuada, quedó vacía, pero el daño estaba hecho. El padre fue bombero, sin grandes conocimie

VIAJE FINAL

Siempre el viento, atravesando sin barreras las resignadas ramas retorcidas y tirando la nieve acumulada por la noche. Una fría noche larga, dónde hasta las estrellas se juntaban un poco para dejar de tiritar. Magda y Tomás dormían y se abrazaron cuando empezó la duermevela, ese estado de ligera inconsciencia que surge con el día. El estallido de un tronco, quemándose en la chimenea de la sala, los despertó. -Hoy va a ser un sábado largo, dijo Tomás restregándose los ojos, tenemos que traer a casa las cabras, el frío no suelta. Voy a buscar más leña al galpón y después los huevos. Vamos Magda, continuó, vistiéndose abrigado, todos querrán pan caliente. Tenían siete hijos, cuatro varones en una habitación y tres niñas en la otra. Todos dormían debajo de edredones de lana de cabra. A Tomás le gustaba el silencio de la casa, por las mañanas muy temprano. Magda, con pantalones gruesos y botas de cuero se acercó a la cocina económica, removió los rescoldos y agregó ramas fina

MOMENTOS

Se siente una leve euforia, después la presencia, los ojos se humedecen, la euforia continua. Algún día llegaran las palabras, pocas, restringidas por canales especiales. Las mentes aprenderán a sintonizar. Mientras tanto, el ómnibus rodea la plaza y yo observo a través del vidrio. Una plaza con un extremo redondeado. Una vereda que sigue la consigna y en la tierra que la acompaña crecen dos gomeros inmensos. No es el tamaño de ramas y hojas que me impresiona, sino la cantidad de raíces que se entrecruzan, que se muestran al ras del suelo. Son como las manos de un amigo que fabricaba mosaicos: grandes y con gruesas venas recubriéndolas. Años en contacto con cemento, arena, cal, granito: ásperas, curtidas. Lo que recuerdo es que en el barrio, los pisos tenían su sonrisa.

LAS GOTAS DE AGUA

Mediodía tórrido. Treinta y seis grados a la sombra, cielo despejado. Evalué la situación: sólo seis cuadras para recorrer a pie, por una avenida bordeada de árboles añosos, buscando , pegada a las paredes de los edificios, la estrecha franja de sombra que me liberara de la carga directa de los infrarrojos inclementes. Tuve que esquivar cuerpos que venían de frente y me colgué de alguno de mis proyectos del día. Le dí libertad a mis piernas para que cubrieran el trayecto. En eso sentí chocar contra mi cabeza una gota grande, voluminosa de agua fría, que se desintegró en cientos de gotas microscópicas al atravesar mis cabellos. Enseguida le construí una historia: durante la noche anterior, miles de moléculas de agua en estado de vapor flotaban delante del edificio, chocando con las enormes del humo de los cigarrillos y de los gases de combustión de los ómnibus, y con las pequeñas de oxígeno liberadas por las hojas y el resto del contenido del aire. A la madrugada una mujer,

EL LAVASECARROPAS AUTOMÁTICO

En una pequeña ciudad costera, en una casa, parecida a otras casas, sobre calles de arena bordeadas de tilos, como otras bordeadas de eucaliptus, pinos o gomeros, había un lavarropas: un recipiente blanco con paletas y tapa. Con una manguera externa conectada a una canilla se llenaba de agua, y el mismo señor que abría la canilla, agregaba el jabón en polvo y las paletas hacían su trabajo. Después el señor bajaba la manguera y el tambor se desagotaba. Lo mismo realizaba para los enjuagues, después retiraba la ropa y la ponía en un secarropas. Finalmente colgaba todo en la cuerda y a las tres horas la retiraba, doblaba y colocaba sobre la cama. La esposa, enfrascada en su mundo interior, lleno de personajes e historias, cuando entraba al dormitorio la guardaba y lo que se le ocurría era: ¡Qué bien calentó el sol y sopló el viento! Conclusión: nunca te olvides de agradecer al que realiza un trabajo que nadie ve.