Entradas

Mostrando entradas de mayo, 2018

OPERACION NOCTURNA

El viento peina los penachos blancos, inclinados de a ratos hacia el camino de tierra, que despega de la ruta y se interna hacia las casas de techo bajo, en los suburbios de Tandil. Todas tienen galerías, para preservar las habitaciones del sol. Algunas, como la mía, patio emparrado, donde el silencio y un gato gris sin edad, descansan sobre baldosas de barro. Detrás de un alambrado en red, álamos prolijamente separados realizan coreografías, para atajar el viento y regalar más sombra. Estoy junto al telar, rodeada de lanas de varios colores. La Luisa me enseñó la técnica y se lo agradezco. Mis raíces están en el norte. Allí, cualquier mujer teje su alfombra. Yo, preferí seguir al Santiago. Él me embaucó con eso de conocer nuevos lugares. Recogimos limones en Tucumán y nueces en Mendoza. Cuando nació Felipe, acomodé manzanas en Cipolletti durante dos años. Santiago se internó más al sur, para recoger lúpulo y no volvió. Me cansé de las noches largas y los días fríos, del magro sue

EN UN SITIO ORDENADO

En un barrio de casas, todas parecidas, construidas por la misma compañía, con los mismos planos, con cantos rodados o polvo de ladrillo ahogando la tierra para evitar el verde, había algunas excepciones, aparte del color de las cortinas y el color de las camelias, plantadas delante de las ventanas. Andrés tenía en su jardín del frente, una gran taza de cemento, llena de agua, apoyada sobre un colchón de pasto verde, de la variedad rastrera, que no necesitaba un cuidado especial. Todas las mañanas, antes de tomar su café humeante, delante de la ventana, cortaba tres rebanadas de pan. Una la transformaba en migas y la tiraba en el pasto. Recién entonces, se sentaba a untar el pan con aderezos variados. Corría las cortinas y se imaginaba historias que le contaban los pájaros que venían a hacerle compañía. Una mañana se llevaron a Andrés y no regresó. Los pájaros estaban desorientados, descendían, caminaban por el pasto, levantaban vuelo. El agua se terminó, entonces todos volaro

EL REGALO

EL REGALO en tiempos no tan remotos. Después que el cielo ardiera, se cortó la luz. Una cortina de agua caía del techo de la galería, elevada medio metro, del nivel de la tierra revestida por el pasto autóctono, a la que se llegaba descendiendo por escalones de cemento. Hortensias moradas y margaritas blancas recibían las gotas, y estiraban los tallos. Los niños esperaron la apertura del cielo, para tirar cortezas en la corriente clara de la zanja y avizorar a la ganadora al final de la calle. Volvían por la cuesta hasta el portón de la cerca y comenzaban de nuevo. Se unieron vecinos y ya era un torneo de regatas. -La merienda, gritó la abuela y ante la ausencia fue a buscarlos. Cachetes colorados, respiración agitada, brillo en los ojos, ganas de chocolatada y pan con manteca. Empezó a oscurecer. La mujer trajo una lámpara antigua, un depósito transparente rodeado por un aro metálico con un líquido rosado, una mecha sobresaliendo y una cubierta también de vidrio, cilí