LA DESPEDIDA


Me trajeron una planta de arándanos, muy pequeña, con varias hojas también pequeñas. Le agregué abono orgánico, todos los días agua. Me regaló tres flores violáceas que se convertirían en frutos. Me fui enamorando desde el primer día. La imaginaba un arbusto verde, extendiéndose hacia el sol. La veía llena de flores y más tarde sus frutos en mi boca. La calidez del verano le fue quitando su escaso follaje, perdió las flores y esperó el final.

En ese tiempo germinó una semilla perdida, no deseada, no esperada, de futuros zapallos. Las hojas se extendieron por la tierra, eran grandes, agradecían la luz. Los tallos treparon por un caño de luz abandonado. Con sus zarcillos enredaron mi melancolía, regalándome una flor amarilla y después otra y otra. Apenas las miré, desolada por la pérdida de mi primer amor.

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