Día del Padre

Sosteniendo  las bolsas de la compra con una mano, Marisa empujó con la otra, el pasador de la puertita de madera, que formaba parte del cerco de la casa. En ese momento una de las bolsas se desfondó,  y los dos kilos de mandarinas, oferta del puesto de la feria de la plaza, se desparramaron por el piso.
-¡Justo ahora, la c… de la lora! Malenaaa, gritó, vení a ayudarme. 
Un mal paso sobre una de las lajas y el borde del pantalón quedó salpicado con agua sucia. ¡Lo que me faltaba, me lo puse limpio esta mañana, no lo puedo creer!
La joven abrió la puerta y tomó las bolsas que todavía cargaba su madre. Las apoyó sobre la mesada de la cocina y fue a recoger la fruta caída. Volvió y la acomodó en una fuente de plástico, mientras Marisa se cambiaba los zapatos por chinelas gastadas. Era su día libre en el Hospital.
-Tomá un mate, le ofreció su hija, el agua está caliente. Me falta poco para  terminar con el resúmen de historia, mañana tengo prueba.
-Lo encontré, Malena, lo encontré, dijo la madre, tomando la calabaza entre las dos manos.
-¿A quién encontraste? No me digas que a Pelusa, porque no te creo, no debimos gastar  dinero en ese caniche mal agradecido.
-No, encontré a tu padre, está en una cuadrilla de pintura, trabajando en el frente del nuevo edificio de departamentos, el de la calle Alvear. Siempre me preguntas por él. Andá a conocer al malnacido, así te sacas las fantasías de la cabeza. 
-¿Estás segura de que es él?
-Cuando me vio, bajó de la escalera y me llamó por mi nombre. No lo hubiera reconocido. Me dijo que yo me conservaba muy bien, y que él,  ahora  tenía familia: esposa y dos hijos. Agregó que guardaba buenos recuerdos de lo nuestro. Me preguntó dónde vivía. ¡Qué atorrante! Dí media vuelta y me fui. Llevaba jeans salpicados de pintura, el pelo muy corto, bigotes y barba recortada.
-Mañana después del colegio, paso, sólo por curiosidad, mamá, sólo por verle la cara una vez.                                                                                                                            
Al día siguiente, al mediodía, dos  pintores, estaban de sobremesa, recostados en la vereda contra la pared del edificio de la calle Alvear, uno pelaba una manzana, el otro fumaba un cigarrillo.
Malena llegó al lugar y no pudo dejar de mirar al fumador. Este se sintió molesto, exhaló una bocanada de humo y le preguntó:
-¿Estas buscando un buen pintor?  Volvé más tarde, te puedo mostrar algo que quizás te interese. Se incorporó y se echó a reír, llevándose la mano a la entrepierna. Me llamo  Antonio, para lo que necesites, muñeca.
Dio dos pasos hacia la joven que seguía paralizada. Una voz la  llamó de la vereda de enfrente. Escuchar su nombre rompió el hechizo, quería decir algo, pero no pudo, se alejó corriendo. 
-No, no era su padre, a ese mujeriego no lo aceptaba, su madre tenía razón, se dijo, mientras esperaba para cruzar.
Se reunió con su amiga que la acompañó hasta su casa.
-Mañana vamos a bailar, las de siempre: Julieta, Vanesa y Rocío. Te pasamos a buscar, nos lleva mi papá, ¿Qué te parece? le propuso antes de irse.
-Como quieran, las espero, le contestó Malena, con desgano.
Marisa no le preguntó nada. Durante la noche escuchó sus sollozos, tampoco fue a consolarla.  Su hija tenía que madurar.


La modesta casa blanca, ubicada a unos metros de la esquina, tenía dos puertas: la de la entrada principal y otra que daba a un pasillo que conducía a una habitación pequeña. De un empujón quedó abierta, y dos muchachos muy flacos entraron, quitándose las mochilas que llevaban a la espalda.
-Por fin sábado, boludo, dijo Kevin, estoy reventado, bajar 800 ladrillos del camión al patio de la obra; despues, cargar el trompito y descargar la mezcla para el contrapiso varias veces, me dejó fuera. Nos explotan compadre, nos explotan, pero no tenemos otra. Vamos a relajarnos un rato.
La habitación de Kevin, contaba con dos camas en los extremos, una mesa, dos sillas y  un placard de madera de pino, donde la ropa sobresalía de los cajones  y no dejaba cerrar sus puertas. Sobre una de las paredes había un poster con la fotografía de un equipo de football. Una cortina de algodón cerraba el paso a la escasa luz del atardecer. La madre hacía  tiempo que no entraba. Él se lo tenía prohibido.
-Te voy a contar algo, le dijo Kevin a Jonathan, desparramado sobre una descolorida colcha, pero ésto queda entre vos y yo. ¿Entendido?
Tras una ruidosa afirmación de su amigo, que más se parecía a un eruto, continuó: Le robé una pistola al padre del tano: la encontré debajo de su cama, cuando me estaba transando en el piso a la puta de su hermana. El chumbo esta a resguardo. Vos no sabes nada, ¿de acuerdo?.
Jonathan asintió y al rato se lo escuchó roncar. Kevin lo miró con lástima y encendió un porro. Pasó media hora fumando y mirando el techo. Se levantó, fue al baño y cuando volvió lo sacudió con fuerza.
-Bueno, vamos loco, es hora de ir al locutorio, el boludo de mi viejo ya se fue a la fábrica. Mi vieja está mirando la novela con la vecina. La noche es nuestra. Tengo unas ganas de entrarle a la Luli que no te imaginas.
En el locutorio, cada uno llamó a su chica. Iban a ir a Natasha, un galpón, con un frente bien arreglado, dónde la cumbia y el rap eran los reyes de la noche.
-Las minas van a llegar a las 10. Pasemos por lo del Rolo, y compramos cervezas, pan y salame. ¿Tenes para pagar, no? preguntó Kevin.
Volvieron a la habitación, dejaron todo sobre la mesa, y se tiraron a fumar un porro cada uno. 
A las 9 de la noche, Kevin se levantó, sacudió a Jonathan que tenía los ojos en blanco, preparó los sándwiches y con los dientes destapó las botellas de cerveza.
Comieron y tomaron. Kevin trajo gel y se untaron el pelo, dejando un mechón central  parado, a la moda del momento.
-Así como tengo el pelo, tengo el pájaro, la yerba me lo activó !Luli vení pronto por favor! dijo Kevin , tocándose el miembro que esperaba debajo del ancho pantalón.
Inquietos salieron a la vereda para esperar a sus chicas. En el encuentro se fueron a los besos y a las manos, ávidas de contacto carnal. Volvieron a la pieza.
-¿Luli, qué te pusiste? preguntó Kevin cuando la joven se quitó la campera.
-¿Te gusta? Así podes alardear conmigo, rió ella.  Llevaba unas medias negras,  un poco más gruesas que las clásicas, con un dibujo que se repetía, ajustadas al cuerpo, marcando muy bien su voluptuoso contorno, apenas tapado por una remera de manga corta con sugerentes recortes de tul transparente negro.
-Guau, sos mi perra preferida, le susurró Kevin. Sacate todo y entregá que estoy como agua para el mate. Yanina ya está curtiendo con Jonathan, no quiero mirar. Apurate.
Luli se sentó en el borde de la cama y comenzó a quitarse las medias. Kevin pegó el tirón final, le bajó la tanga, le sacó la remera y después de varios chupones, se introdujo en ella, que con sus movimientos pélvicos, satisfacía también su deseo. Fueron gemidos y gritos que confirmaban el mutuo orgasmo.
Quedaron tendidos uno al lado del otro. Kevin comenzó a presionar el pubis. Luli se arqueaba de placer. La besó, mordiéndole los labios. Volvieron a inundarse de deseo.
La dio vuelta y la tomó por el culo, gritando exaltado: “Entregá, entregá” Volvió a descargar su semen y cayó a un costado, completamente relajado.
Se limpió con  su remera usada que tiró al piso y fue al baño, un ambiente reducido, adosado a la habitación. 
Volvió con un toallón con el que envolvió a Luli y la acompañó  hasta el sanitario. Yanina terminaba de lavarse. ¿Cómo estuvo? le preguntó. 
-Genial, Kevin es un ganador, le contestó Luli.
-Te envidio, Jonathán parece un zombi, a la larga se corre, pero tarda, jadea, jadea y nada. Lo voy a dejar. Tengo un perfume nuevo, dijo cambiando de tema, es una buena imitación, y apretó el vaporizador.
Una vez compuestos, los cuatro tomaron un auto de alquiler, que los llevó hasta el lugar bailable.
Un gran número de jóvenes se congregaba, esperando para entrar.
Hacía calor y  Luli se quitó la campera, que hasta el momento ocultaba sus nalgas enfundadas en las medias sugerentes.
-Ustedes tres no entran, dijo el guardia de seguridad, mirando a Luli con lujuria.
-¿Qué dice, escuché bien? preguntó  Kevin.
-No quiero disturbios, la señorita está muy provocativa, parece desnuda, contestó el guardia. Ademas su amigo parece descompuesto, añadió señalando a Jonathán, que con la mirada perdida parecía un loco.                                                                                                                                     
-Pelotudo, vamos a entrar, lo quieras o no, los “parece” me importan un carajo, lo retó Kevin. El guardia hizo sonar un silbato, y enseguida aparecieron  dos fornidos ayudantes que se plantaron en la puerta con actitud amenazadora.
Kevin evaluó la situación y con rabia decidió retirarse.
-Me las vas a pagar hijo de p… esto no te va a salir gratis le gritó.
Los cuatro se separaron de la fila y comenzaron a alejarse.
En el camino se cruzaron con unas chicas que se reían a carcajadas.         ¿Qué es tan gracioso, boludas, forras? les gritó Kevin con bronca acumulada, empujando a una de ellas y desarmando el grupo. La chica trastabilló y por poco no se cayó al piso.
-Idiota, le respondió la que la sostuvo y después continuó: ¿Malena, estás bien?


Los cuatro rechazados entraron en otro boliche de dudosa reputación. Bailaron y tomaron alcohol con energizantes. Yanina aportó el metálico. En la pista, Kevin se encontró con una barra de amigos de la joda. Uno de ellos tenía un viejo Ford Falcón de los 90 y se ofreció a repartirlos a sus casas. Jonathan se descompuso y comenzó a vomitar. Lo sentaron al lado de una ventanilla. Las chicas tarareaban a viva voz un tema de moda. Vivían todos cerca. 
Kevin fue el último y en un instante negro recordó la ofensa del guardia y  que tenía una pistola guardada en su pieza.
-Esperame un minuto le dijo al que manejaba. Se bajó y desapareció en el pasillo.
-Regresemos hasta Natasha, a uno le debo un regalo, dijo al volver, sentándose adelante.


-¡Cómo tarda tu viejo! comentó Julieta, ¿y si tomamos uno de los autos que realizan traslados? 
-Me dijo que venía, que se quedó dormido, le contestó Valentina, es más seguro. ¿Vos qué pensas Malena?
-Pienso que es una pena que tenga que levantarse justo el día del padre, pero prefiero volver con él. Sos afortunada de que tu viejo  sea  tan compinche.
-Para él sos una hija más, te nombra como ejemplo de todo, acotó Valentina. Mañana te venis a almorzar a casa.
La conversación se interrumpió por el ruido de la frenada de un auto. A continuación se escucharon tiros contra la puerta del boliche y el arranque furioso del auto nuevamente.
Muchos se tiraron al piso. Malena no se levantó.

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