La Camisa
Acaricio
esa camisa blanca, que tus ojos eligen con frecuencia, que tus manos
acomodan al cuerpo, tratando de imaginar por cada hueco de su trama
el mundo que no conozco.
La
guardo. Abandono la casa. En la mía, me recibe una cerveza y una
boca que me exige la paga.
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