Las Muñecas
Tac, tac,
tac, el cuchillo contra la tabla de madera, y en el medio la cebolla.
Juana pasó lo picado a un plato y fue hasta la heladera. Quedaban
dos huevos. Por un instante dudó.
-Victor
fue a buscar la paga, pensó, a la tarde saldo las cuentas y traigo
una docena. Tomó los dos, los cascó y vació en un recipiente de
vidrio.
-Con la
carne picada y un poco más de pan, salen albóndigas para todos. Voy
a ver que hacen las nenas, se dijo.
Dejó la
cocina, atravesó el comedor, demasiado grande y vacío, y salió al
jardín de adelante: era amplio y lo único de esa casa en
construcción que tenía mucho color.
Un cerco
de madera lo separaba de la vereda, después tierra y la zanja para
recoger el agua de la lluvia. Sus hijas jugaban sobre el pasto, al
lado de las arverjillas y las margaritas. La pequeña Sofía, de dos
años, pasaba cantos rodados de un recipiente a otro. Catalina y
Leonor de 7 y de 5 eran: la vendedora y la compradora en una
verduleria improvisada, dónde la estrella era la balanza de dos
platillos con pesitas de hierro, regalo de la navidad. Angela y
Patricia, dos vecinas, esperaban su turno, hipnotizadas por ver
llegar el fiel al equilibrio.
Juana,
volvió a la cocina, revolvió los ingredientes con sus manos
regordetas y se puso a tararear un bolero, mientras daba forma y
pasaba por pan rallado la carne condimentada.
Se
estremeció al escuchar el portazo. Corrió al comedor y allí estaba
Victor golpeando con sus puños la pared.
-No
pagaron los hijos de p, no pagaron, gritó, liberando bronca.
-¿Pero
porqué? Estaba todo terminado, las inspecciones aprobadas.
-Dicen
que la plata no les alcanza. Aumentó el número de cuotas sociales,
pero no les alcanza. Ahora tienen agua, agua caliente en las duchas,
gas para las estufas, la cocina, pero para mi, no les alcanza.
Iluminaron el frente del Club, compraron mesas y sillas… Vuelva el
mes que viene.
-¿Qué
vamos a hacer? Hoy es 5 de enero. Las nenas están ansiosas.
-Este año
no habrá Reyes. El sábado me paga Catania y la semana que viene Di
Marco. Contá con eso. Me cambio y comemos, ¿si?
Llegó la
tarde, la temprana y la vespertina. Juana se acercó hasta la tienda
de Franca, una siciliana que tenía un polirubro bien surtido, el
único en ese barrio obrero en gestación. Estaba lleno de mujeres
que esperaban comprar desde juguetes hasta ropa. Recorrió las
estanterías, pero le dio vergüenza ponerse en descubierto con el
fiado y se volvió.
Sorprendió
a sus hijas, decidiendo cual se quedaría despierta para espiar a los
Reyes Magos.
-Si los
reyes descubren que no están dormidas, pasan de largo, les dijo. Se
lavan y se acuestan.
A la
mañana siguiente, Juana y Victor estaban desayunando.
-Mamá,
no pasaron, dijo Cata, con angustia.
-Yo
revisé hasta debajo de la cama, no hay nada, agregó Leo con
lágrimas en los ojos.
-¿Se
durmieron como les pedí? preguntó la madre.
-Siii,
contestaron al unísono.
-Bueno,
papá va a mandar una nueva carta desde el centro de San Justo. Vamos
a dejar una ventana abierta y seguramente esta vez van a pasar.
Por la
tarde, Juana volvió al negocio de Franca.
-Estoy
buscando algo barato para mis hijas mayores, le dijo.
-Ayer
arrasaron con todo. Dejame pensar… Queda un juego de te, hebillas
para el pelo, ahh... y dos muñecas de goma, las dos últimas.
- Buena
idea, ¿dónde están?
-Al lado
de las pelotas, envueltas en bolsas de celofán. Te las dejo a mitad
de precio.
Juana se
acercó, pero quedó desorientada.
-Sólo
hay una, la otra es negra, dijo.
-Llegó
dentro del lote, nadie se la quiso llevar. Bueno, podes pasar por lo
de Sara, ella tiene más surtido, dijo Franca.
- Es que…
tendríamos que anotarlo en tu libreta. Victor cobra el sábado. Me
las llevo, la negra es muy simpática y si mal no recuerdo, uno de
los tres Reyes, también era negro.
A la
mañana siguiente, Catalina corrió a la cocina a mostrar su muñeca,
tenía un vestido y zapatitos rojos.
-Le voy a
coser otro blanco y en la parte de abajo va a tener vainilla, como me
enseñaste hacerlas en las fundas. Mirá mueve las manos y los pies.
Es hermosa.
- Mamaa,
vino corriendo Leonor, se la olvidaron en el horno.
-Si hija,
pero es bonita con su vestido amarillo, tiene los labios rojos y
sonríe, dijo Juana.
-Si, se
ríe, la voy a querer mucho, le contestó, mirando la muñeca de
reojo.
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