Sobre perros y gatos
PERROS
Conozco
un perro mediano, gris, de ésos a los que se les corta el pelo en
primavera. Un pelo ligeramente enrulado, que sobre el cuerpo parece
una manta, sobre las patas, botas de caña alta, y sobre los ojos
toldos de heladería.
Después
de engullir su alimento integral, recorre el patio y el pedazo de
tierra, dónde sólo hay pasto, infinidad de veces. Si me ve con la
escoba, no me deja trabajar, quiere que juegue con él. Cuando
amontono las hojas y las piñas que van cayendo, siempre me saca
alguna, para que lo persiga y se las haga devolver. Necesita ese
movimiento, para después a la tarde dormir la siesta y empezar de
nuevo.
Los que
viven en un departamento o en una casa con jardín cuidado, tienen
restringido este movimiento. Algunos dueños los sacan a dar vueltas
a la manzana, pero siempre con su ritmo, muchas veces lento, mirando
un celular. Otros, los menos, aprovechan pedalear en su bicicleta y
en esas circunstancias, el perro corre, a la par del hombre.
Existe
otra categoría, que es la de los paseadores. El paseo también es
lento y a veces quedan atados a un poste, mientras el sujeto realiza
algún trámite o compra. Hoy vi algo que me sorprendió, un paseador
en bicicleta, por una calle de barrio muy tranquila. No es lo común,
pero cómo corrían esos perros.
GATOS
El árbol
que crece en el terreno del vecino se cargó de hojas, de tal manera
que varias ramas, caen por el peso, por el viento, porque quiere,
sobre el techo de tejas de la construcción del lugar.
Hay un
gato que recorre todas las alturas. A veces me despierta al pasar
sobre el dormitorio. No es una variedad de sillón, ovillos de lana,
comida enlatada. Dormirá enroscado al sol, en algún patio y al
atardecer saldrá de cacería.
Una tarde
lo vi mirar un buen rato, como si estuviera estudiando la situación,
como si estuviera evaluando subir por una de esas ramas bajas. Al día
siguiente, sobre el pasto de mi jardín había un puñado de plumas
grises pequeñas.
LA
COSTA EN VERANO
Cuando la
temperatura supera los 30*, los perros sin dueño, cavan en la tierra
arenosa, debajo de un árbol o contra una cerca, y se dejan caer en
ese espacio, fresco para ellos, sin realizar movimiento alguno.
Los que
se enteraron que existe el mar, son afortunados, entran y salen del
agua, corriendo detrás de pelotas de cualquier tamaño.
Los que
tiene acceso a un patio, se desparraman, sobre las baldosas a la
sombra, y no hay gato ni paloma, que los haga cambiar de posición.
Estoy
viendo a uno, mientras tomo agua y tampoco me muevo.
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