A veces pasa
A
VECES PASA CAP 1
Mariano
se recibió de Perito Mercantil, con mucho esfuerzo; que la vida no
le pidiera más. Lo hizo por su madre que no paraba de pintarle un
futuro inmejorable.
-Podés
hacer carrera en un Banco, manejar una Empresa o tener tu propia
Empresa de Servicios para los demás. Eso sí, tu próximo paso es
seguir la carrera de Contador, era su latiguillo de todos los días.
Lo
que tenía por delante era un mes de vacaciones en Villa Gesell y su
proyecto era disfrutar del sol y de las comidas, de la combinación
de sabores.
Viajó
con Aníbal, su compañero de secundaria, un genio para los números,
con grandes proyectos para su futuro. El no tenía ninguno.
Cuando
regresó de la ciudad balnearia, lo estaba esperando un puesto de
cadete en el Estudio Contable de su barrio. Empezaría desde abajo,
pero según su madre, pronto escalaría posiciones.
Le
gustaba el trabajo en la calle, entregando y retirando documentación
de las pequeñas Empresas que tenían por clientes. Una vez a la
semana se encontraba con Aníbal y compartían un café, junto con lo
último que les había pasado.
-Me
voy tres meses a San Pablo, dijo Aníbal, voy a mejorar mi portugués
y aprender qué se hace en esa filial de mi Empresa.
-Traéme
anotadas las comidas que te llamaron la atención. El mes próximo
arranca un curso de cocina, me anoté. Siento que tiro para ese
lado, quiero sacarme la duda. A mis viejos les dije que voy a hacer
un curso sobre impuestos, ya sabes cómo son…
Mariano
comenzó con el curso, eran tres varones y doce mujeres, la misma
proporción que en el estudio, pero no escuchaba sobre esmalte de
uñas o la última tendencia en zapatos. En el salón, cada uno
frente a su área de mesada, intercambiaban experiencias con
diferentes ingredientes.
Comenzó
a innovar en su casa. Su madre al principio no dijo nada, pero al
verlo tan compenetrado, temiendo lo peor, le prohibió la entrada a
la cocina. Ese lugar era para mujeres. Podía adelantar trabajo de la
oficina, tenía una computadora nueva y seguro que su jefe le
facilitaría el programa contable de última generación que estaban
usando.
Pasó
el tiempo y se destacó en dos concursos culinarios de pastelería,
en completa soledad, por supuesto. Aníbal era el único enterado,
pero ahora estaba en Portugal, sede central de su Empresa,
aprendiendo la logística de ese lugar.
Para
fin de año, el Contador del Estudio, le dijo que ya había cumplido
el objetivo de aprendizaje de las tareas básicas, conocía a los
clientes y como premio comenzaría a manejar seis cuentas sencillas.
Recibiría todo el asesoramiento que necesitara.
Agradeció
con una sonrisa forzada, no podía hacer otra cosa frente a todos sus
compañeros. Hubo otras designaciones, dónde pudo sentirse una
euforia verdadera.
Pasaron
dos años, Mariano no era tonto y se desenvolvía con soltura en el
Estudio. Se enamoró de Magalí, la nueva que lo reemplazó en la
cadetería, pero no hubo un ida y vuelta. La muchacha apuntaba más
alto. Salieron a bailar y a comer y eso fue todo.
Su
autoestima crecía en las clases de cocina. Sus compañeras le pedían
consejo o le contaban de sus logros. Había una chica, Patricia, que
lo seguía como si fuera el mismo Gato Dumond, el chef de los
programas televisivos.
Una
noche, mientras estiraban una masa para una tarta, un compañero le
comentó:
-Conozco
a esa mina, refiriéndose a Patricia, vive a una cuadra de casa. Sus
padres tienen varios departamentos en alquiler y un galpón que lo
usan como playa de estacionamiento y garaje, siempre está lleno.
Ella es hija única. A buen entendedor, pensá lo que te espera si te
la levantas. Podes trabajar de ésto, sin preocuparte si llegas a fin
de mes.
Mariano
se dio vuelta, sin dejar su trabajo, y se dio cuenta que Patricia
estaba en problemas. Dejó lo que estaba haciendo y fue a rearmar el
bollo, que se cuarteaba y no conseguía ligarse. Escuchó un
“Gracias, te invito a un café, a la salida”.
Así
comenzó una relación, en la que Mariano se dejaba llevar, por el
aliciente económico que representaba. Quería dejar el trabajo en el
Estudio y la casa de sus padres. No sentía atracción por Patricia,
pero comenzó a imaginársela desnuda y dispuesta y se dijo que podía
ser muy excitante su vida con ella.
Pasaron
varios meses, los dos se recibieron. Continuaron con el noviazgo y
fijaron fecha para el casamiento.
Mariano
quería terminar con la reticencia de Patricia a los besos y
caricias. Ella decía que se guardaba para cuando fuera su esposa, su
educación no le permitía más. Finalmente llegó el día.
-Que
lo que Dios ha unido, el hombre no separe, dijo el sacerdote, y
después terminó: “Los declaro marido y mujer, el novio puede
besar a la novia”.
Mariano
acercó su boca para el beso, pero tuvo que desistir ante el “No lo
hagas, nos están mirando todos”.
Llegaron
al salón y lo único que hizo fue comer y bailar algunos ritmos
sueltos. Su amigo Aníbal le guiñó un ojo y le dijo: “Por fin, te
envidio lo de esta noche”.
Su
suegra, conversaba con una amiga:
-Menos
mal que Pati se casó, el Mariano no la dejaba en paz con eso de la
convivencia. Los hombres sólo piensan en éso y Pati no es una puta,
ahora por fin ya es la señora de Menéndez.
Mariano
volvió desilusionado de su luna de miel. Le contaba a su amigo
Aníbal: -Mucha puntilla y encaje, pero no se lo quería sacar.
Perdió su virginidad insultándome, las noches siguientes tampoco
fueron de su gusto y eso que me esforcé bastante en no apurarme, en
fin, si hubiéramos probado con la convivencia, estaríamos
separados.
Después
de unos meses se volvieron a encontrar. Mariano estaba decaído.
Frente a una taza de café se confesó con Aníbal:
-No
queda embarazada y está de muy mal humor. Estamos juntos para
engendrar ese hijo que los dos queremos. La semana que viene
empezamos con los estudios de fertilidad.
Mariano
cambió de trabajo: de la trastienda de una Confitería del
Microcentro pasó a la cocina del restaurant de un conocido Hotel y
perdió de vista a Aníbal.
Patricia,
abandonó sus proyectos de gastronomía, apenas se casó. Ahora
trabajaba como vendedora en una tienda de ropa para mujeres de una
reconocida marca. Salía con compañeras del trabajo, a las que les
gustaba el juego.
Los
estudios determinaron que Mariano estaba en forma, mientras que con
Patricia tenían que seguir con nuevas técnicas, a lo que ella se
negó y la adopción no estaba en sus planes.
La
concepción sería una casualidad en un futuro en el que la vida en
común se estaba terminando.
Vivían
en un departamento, que le había dejado el padre de ella, que no era
un hogar. Mariano volvía tarde. Encontraba la cama tibia pero
Patricia era inaccesible. Le había propuesto la separación de común
acuerdo, pero ella le dijo que no, no soportaría el escándalo, no,
mientras vivieran sus padres.
Una
mañana le llegó un e-mail de parte de Aníbal, invitándolos a una
fiesta de disfraces para celebrar su cumpleaños número 35.
Cuando
Patricia se enteró de la propuesta le dijo:
-Esas
fiestas, terminan en orgías. Los disfraces tapan las caras y las
intenciones. Andá vos, si querés. Yo tengo un partido de burako en
casa de Gloria.
A
VECES PASA CAP 2
Mariano
decidió saludar a su amigo y distraerse un poco. Compró un antifaz
y un sombrero negro de ala ancha. Se puso una camisa blanca y un saco
también negro. Quería comer y emborracharse. Todo le daba igual.
Aníbal
lo recibió con afecto y le presentó a algunos amigos que estaban
con sus mujeres. El disfraz volvía desconocido a cada uno, adoptando
poses de actores, en un juego que les daba seguridad para incursionar
en áreas atrevidas.
La
música tapaba las palabras, los cuerpos se acercaban y alejaban y en
los roces comenzaba a gestarse una suave excitación, que las parejas
consolidadas hacían crecer para su disfrute.
Mariano
se mezcló con mujeres desconocidas, y el baile lo ayudó a recuperar
la autoestima. Lo buscaban cuerpos cargados de encaje o cubiertos por
sedas con aberturas sugerentes.
Cuando
volvió a su mesa, lo esperaba Aníbal. Brindaron con champagne y se
pusieron al día con sus vidas.
-Por
lo que me contás, me gustaría presentarte a Mat. Está separada y
sin ganas de compromisos formales, está buscando una relación cama
afuera. Es muy agradable.
-Aníbal,
no puedo involucrarme en algo así.
-O
tomaste mucho alcohol o sos un pelotudo al que desconozco. Me acabas
de contar que con Patricia nada, ¿te volviste monje franciscano?,
dejate de joder, hacéme caso por una vez. Sacála a bailar y después
llevala a su casa. Algo bueno puede pasarte. Es la que tiene la
máscara veneciana roja y oro y el vestido negro ajustado.
Se
levantó de la mesa y fue saludar a otros amigos.
Mariano
terminó lo que tenía en la copa y se puso a buscar con la mirada a
la misteriosa mujer. En ese momento se movía al ritmo del rock and
roll. Su compañero era buen bailarín y daba gusto ver los cuerpos
como serpentinas de carnaval alejarse y como dos imanes acercarse.
Terminó
el tema y comenzó a rodar un lento de Vicentico. Ella se despidió
de su compañero y comenzó a caminar en dirección a la mesa donde
estaba sentado Mariano. El no lo pensó, sólo se levantó y se
interpuso en su camino, invitándola al baile. Ella aceptó uniendo
su cuerpo al de él y echando los brazos a su espalda. Los separaban
sus máscaras pero sentían sus respiraciones jadeantes.
Con
el brindis y la mesa de dulces se dio por finalizado el ágape. Eran
las tres de la mañana. Mariano se despidió de Aníbal con un abrazo
y fue a buscar su abrigo. Tenía el auto en un garaje a una cuadra.
Mientras esperaba en el guardarropas, escuchó detrás suyo:
-Llevame
a casa, no sé quién sos, pero viniste solo. Te invito con un café
cargado. Lo tomó de la mano y lo arrastró hasta la puerta de
salida.
Mariano
no se resistió. Caminaron en silencio, hasta el garaje. Sin
antifaces, mirándose de reojo. Ya en el auto le preguntó:
-¿Dónde
vamos? Decíme la dirección, y agregó más relajado: ¿Cómo te
llamas?
-Matilde,
podes decirme Mat. Vivo en Rivadavia al 5600. Se cruzó de piernas y
en voz baja le preguntó ¿Qué me podes decir de vos?
-Mariano,
me gusta cocinar, trabajo en eso.
-Increíble,
yo fabrico bombones y chocolates para dos confiterías de mi barrio.
Tenés que probarlos.
Se
miraron, ella apoyó la mano sobre el muslo de Mariano y comenzó un
leve masaje. El encendió la radio y la dejó hacer. Tuvo una
erección. Llevó el auto contra el cordón en la avenida desierta y
la besó con el deseo que iba incubando. Siguió con el cuello. Ella
lo interrumpió diciendo:
-Vamos
a estar más cómodos en casa, falta poco.
No
quedó recuerdo de cómo llegaron al ascensor. En el trayecto de
nueve pisos, cayó el vestido negro.
Mariano
se despertó desnudo, en una cama ancha, al lado de una mujer también
desnuda, durmiendo de costado. Admiró su cuerpo y recordó.
Nuevamente tuvo una erección. Ella se comprimió contra él, de
espaldas, y comenzó a moverse rítmicamente. El orgasmo no tardó en
llegar. Nunca lo había hecho con Patricia, pero con Mat surgía
espontáneo.
Volvió
a media mañana a su casa. Estaba vacía. Levantó las persianas para
que la luz le diera color. Descubrió las plantas del balcón
mustias. Llenó un balde con agua y con un vaso comenzó a rociarlas.
Encendió la radio para que le hiciera compañía. Fue a buscar una
manzana, se recostó en uno de los sillones de mimbre de la explanada
del balcón y mientras arrancaba con sus dientes trozos de la fruta,
su mirada se perdió en el tránsito de algunos autos que circulaban
varios pisos más abajo.
-Aníbal,
su amigo Aníbal estaba en todo.
Lo
que había empezado como una aventura, se había transformado en una
adicción para los dos. Se veían dos noches a la semana. Lo decidió
Mat, porque argumentó que tenía otros compromisos, personales y
laborales.
Patricia
se dio cuenta de que Mariano no era el mismo. No discutía, en
realidad no hablaba, parecía estar en otro lado. Con ella era
amable, pero distante.
Lo
hizo seguir. El informe fue conciso: seis días a la semana entraba
al Hotel Aguas del Sur, y se retiraba tarde, en la noche y dos de
esas noches, después de su trabajo, entraba en un edificio de
departamentos, que abandonaba por la madrugada para regresar a su
casa. Adjuntaba direcciones.
Patricia
imaginó el engaño y sin preámbulos exigió que Mariano se mudara a
la otra habitación del departamento. No quería detalles, no quería
saber. Adujo diferencias de horario y necesidad de sueño continuado.
Seguían
reuniéndose con sus padres y sus suegros. A ellos no había que
defraudarlos. Aunque no convivían, no podía soportar ser “la ex”.
A
VECES PASA CAP 3
Un
domingo por la mañana, Patricia coincidió con Mariano en el
desayuno. Se veía ojerosa y descuidada.
-Volviste
a la madrugada, comentó Mariano, me despertaron cosas que cayeron al
piso.
-Tiré
la cartera, estaba de mal humor. Perdí en el juego del Bingo y
después me encapriché con una máquina tragamonedas. Quería
recuperar y volví a perder. Preparáme jugo de naranjas, le ordenó.
Voy a bañarme.
Cuando
volvió, ya vestida, estaba más tranquila. Tomó el jugo.
-Me
voy a casa de Claudia, tenemos campeonato de canasta. No sé a qué
hora vuelvo. Te voy a dejar los números para jugar al Quini 6.
Mañana pasas por la Agencia de Olga y jugás un cartón. Tengo que
acompañar a mamá, al cardiólogo bien temprano. No te olvides.
Al
día siguiente, antes de comenzar sus tareas, Mariano pasó por la
Agencia, pagó por la jugada al Quini 6 y como la empleada insistió
en una más, porque el monto del premio era considerable, dejó que
la máquina imprimiera los números al azar, para un nuevo cartón.
A la
semana siguiente, encontró sobre la mesa de la cocina el extracto de
la Lotería y el cartón de Patricia, rasgado en dos partes. Por
curiosidad fue a buscar el suyo y lo comparó con la información
oficial. Había coincidencia en todos los números. El premio era de
cinco millones de pesos y se nombraba un negocio de su barrio, como
el lugar dónde se había vendido el cartón ganador.
Se
sentó, un sudor frío comenzó a empapar su cara, manoteó unas
galletas de avena y se puso a comerlas lentamente. No quería
desmayarse por una baja de presión. Buscó el teléfono de Lotería
y después de una paciente espera, obtuvo la información que
necesitaba: tendría absoluta privacidad, y un mes para hacer
efectivo el premio.
Fue
a trabajar. Tenía que pensar los próximos pasos, ya nadie le diría
que hacer. Le haría una propuesta a Mat, si aceptaba se irían del
país y empezarían de cero.
Llegó
después de medianoche al departamento de Rivadavia. Estacionó el
auto en la calle lateral y al desandar el camino, se encontró con el
auto de Aníbal o por lo menos parecía el de él. Se acercó y vio
el pequeño oso de peluche que colgaba del espejo retrovisor: era el
de él.
-Les
contaría a los dos, pensó contento. Era lunes, Mat no lo esperaba,
pero habría alguna botella de espumante en la heladera para los
tres.
El
ascensor lo llevó al noveno. Tocó el timbre y esperó. Volvió a
tocar dos veces y al rato escuchó: ¿Quién es? Y la gota de metal
que tapaba la mirilla tintineó. La puerta se abrió y un Aníbal en
calzoncillos, adormilado, apareció con la sorpresa pintada en su
cara:
-¿Qué
haces, a esta hora?, estábamos durmiendo con Mat.
Mariano
era una estatua de sal. Balbuceó una disculpa y ya se disponía a
retirarse, pero Aníbal lo frenó.
-Esperá,
no te vayas. Si viniste es por algo importante. Pasá, preparo café
y charlamos.
-Yo,
yo, no sabía que vos y Mat…
-Mat
es una amiga y tiene un corazón grande, jaja Cuando te la presenté
te dije que ella no buscaba compromisos. Le gusta complacernos y
nosotros la disfrutamos, ¿o no?
-Si,
cla , claro, por supuesto.
-Ahora
contáme cuál es la urgencia. Hace dos días que volví de Brasil,
pensaba llamarte mañana para juntarnos. ¿Tu mujer sospecha? Tengo
una coartada para tus visitas: te estoy enseñando portugués. ¿Qué
te parece?
-Algo
de eso hay, pero no quiero incomodar, no me dí cuenta de la hora.
Nos vemos el jueves y hablamos. Tengo acidez y el café me va a caer
mal. Me voy.
Aníbal
se quedó en la cocina, preocupado.
-Algo
le pasó a Mariano, espero enterarme, se dijo.
Ya
en su departamento, Mariano encontró una nota de Patricia. Quería
conocer el restaurant del Hotel dónde trabajaba, almorzar con él y
tratar un temita privado.
Lo
recorrió un escalofrío: “¿Se habría enterado? Imposible, sólo
él lo sabía”. Dio vueltas y vueltas en la cama. Se durmió a la
madrugada intranquilo.
Al
mediodía, reservó una mesa en el elegante salón y pidió un agua
tónica para él..
Su
mujer llegó con media hora de atraso. Usaba una pollera larga y una
remera que le marcaba los rollos sobre la cintura. Varias vueltas de
un collar de piedras de buena calidad, mejoraban su aspecto. Pidió
una porción de pollo a la portuguesa. Elogió la salsa y los
ingredientes.
Mariano
se sintió satisfecho: era su receta y Raquel, la nueva, la había
seguido al pie de la letra. No almorzó. Durante las horas de trabajo
probaba algunos platos y eso le alcanzaba.
-¿La
conociste la noche de la fiesta de disfraces?, comentó Patricia
-No
se de qué me hablás, le contestó Mariano.
-No
me importa, tratá de ser discreto. De las puertas para afuera, somos
un matrimonio tradicional.
Tomó
un sorbo del vino blanco, dulce y continuó: Mi padre, redactó su
testamento. Me deja todas sus propiedades. Todas, a mí. La cesión
de uno de los departamentos a Caritas, quedó sin efecto. Te lo
quería comentar para que sepas que contás con tu trabajo y la mitad
del departamento en que vivimos. Nada más. No habrá subsidio para
tus aventuras asquerosas.
-Patricia,
me tiene sin cuidado lo que me contás. Te pido nuevamente, una
separación en la que me voy sin nada. Los dos tenemos derecho a
rehacer nuestras vidas.
-¿Tan
atado te tiene tu minita? !Qué pelele baboso! Me das asco.
-Patricia,
escuchame, lo nuestro es una batalla campal todos los días. Además
te imaginas situaciones alejadas de la realidad.
-Mierda,
ya veo ¿La encontraste con otro? Ahora sos un cornudo. Lo leo en tu
cara, el perdedor de siempre. Mi respuesta es no, mientras vivan mis
viejos, después veremos. Todavía puedo ser una honorable viuda. Me
voy, estoy en el horario de regreso a la tienda.
Mariano
respiró aliviado, a pesar de los insultos, no sospechaba nada.
Alquilaría un departamento cerca. No quería volver a verla.
Salió
a caminar. En la segunda inmobiliaria que visitó, encontró un
monoambiente a estrenar. No necesitaba más. El respaldo del dinero
levantó su autoestima para empezar a tomar decisiones importantes
para él.
Llegó
el jueves. Se reunió con Aníbal. Todo tenía que seguir igual,
aunque ya todo era distinto.
-Mat
te extraña, le dijo el amigo, después de los saludos. Volvé con
ella, te tiene una sorpresa.
-No
puedo, Aníbal, no soy de compartir minas. Dejemos las cosas así.
-¿Problemas
con Pati?
-La
relación no da para más. No quiere el divorcio. Decidí vivir solo.
-¿Dónde?
Pasame tu dirección.
-Me
vas a encontrar siempre en el restaurant, cortó Mariano.
-Como
quieras, dijo Aníbal, visiblemente molesto. En una semana viajo a
Portugal. Voy a estar fuera unos seis meses. A la vuelta hablamos,
¿si? Ah, volviendo a lo del divorcio, ahora se eliminaron la
presentación de pruebas y el período de conciliación. Si no le
querés ver más la cara, se lo decís al juez y sanseacabó.
Mariano
reaccionó sorprendido.
-No
puedo. Mi madre no está bien de salud, no lo entendería.
Terminaron
el café y se despidieron.
Cuando
entró a la cocina del hotel, con su delantal y su gorro blancos. Se
paró delante de las ollas con las salsas y las probó. Se encontró
con la mirada de Raquel, buscando su aprobación y la tuvo.
-Excelente,
seguiste las recetas al pie de la letra, le dijo. Sentía atracción,
ternura, ganas de proteger a esa muchacha sencilla, que disfrutaba de
su trabajo como él.
-Pesa
todos los ingredientes, comentó Rubén, el pastelero. Es muy
precisa.
-Mañana
voy a retirar el dinero, se dijo Mariano. Le voy a pedir a Raquel que
me acompañe, no confío en nadie más. Parece buena mina, ingenua,
me va a creer la historia que le cuente.
Se
citaron a las 11 de la mañana en el Banco Nación, entidad dónde
haría efectivo el cheque de Lotería.
No
quiso contar los ceros a la derecha, eran muchos a pesar del
descuento de Ganancias.
Inició
el trámite en la caja. Como el monto a retirar era grande, tendría
que esperar. Se alejó hasta unos sillones.
Ni
bien se sentó, la vio entrar. Raquel dudó un instante y cuando lo
descubrió fue a su encuentro. Se había cortado el cabello. Ahora le
caía, lacio, hasta los hombros. Vestía jeans y una remera azul.
-Hola,
la saludó Mariano con un beso en la mejilla, buen corte, gracias por
venir.
Ella
se sonrojó. ¿Qué tengo que hacer? le preguntó para pasar a un
terreno más formal.
-Recibí
una herencia, nada importante. Me van a llamar en un rato. Sentáte
por favor.
Iba
a hacer lo mismo, cuando distinguió la figura de Aníbal. Se dio
cuenta que aún a la distancia lo reconoció.
-Mariano,
¿Qué haces acá, cambiando dinero de apuestas, o quizás del Quini
6? le preguntó jocoso, palmeándole la espalda. Su percepción,
acostumbrada a tratar con distintas individualidades, detectó un
agujero negro. Había hecho sonar una fibra muy oculta. Se
sorprendió. Todo pasó en un segundo.
-Me
pidieron que acompañara a una empleada del restaurant, respondió
Mariano, realizando un gesto hacia Raquel y recuperándose del abismo
en que había caído.
-Recibió
una herencia y está asustada. No conoce el ambiente, susurró
molesto.
-Me
gusta esa mujer, algo me dice que está con vos. No la pierdas de
vista, te puede cambiar la vida. No parece asustada.
-Sólo
voy en calidad de asesor contable.
-Siempre
tan caballero, vos. Ah.., es mi número. Vine por las divisas para mi
viaje. Te dejo.
Mariano
volvió al sillón. La proximidad con Raquel, su leve perfume a
colonia floral, lo tranquilizó, aunque todavía sus dedos se
entrelazaban entre si con movimientos nerviosos.
-Un
amigo, es lo único que dijo. Un cuarto de hora después lo llamaron.
Se demoró media hora más.
-Para
terminar el trámite, me van a pedir los datos de una segunda
persona, para que pueda realizar retiros si yo quedara impedido. Es
sólo una formalidad, pero es entre vos y yo, nadie más debe
enterarse. No quise que fuera mi esposa, porque nuestra relación es
pésima.
-Si,
claro, dijo Raquel, sin entender nada. Llenó la planilla y firmó.
En
un cuarto cerrado, Mariano volvió a contar el dinero que finalmente
quedó guardado en una caja de seguridad.
Tomaron
un taxi, que los llevó hasta el restaurant.
-Hace
unos días compré un celular, le confió Mariano. Anotó en la parte
de atrás de una tarjeta personal los últimos cuatro dígitos y en
otra la característica.
-Tomá,
no quiero encontrarme con mi esposa, bajo ningún concepto, avisame
si la ves por el restaurant. No le pases el número a nadie.
A
VECES PASA CAP 4
Patricia
entró en la Agencia de Lotería, para jugar su cartón semanal. La
empleada, la que la conocía, ausente un tiempo por una gripe, le
sonrió y le preguntó:
-¿Porqué
seguís jugando, no te alcanza con lo que ganó tu marido?
-Mi
marido no juega, no puede haber ganado nada, le contestó sin
mirarla, marcando los números de la apuesta.
-Hace
un mes vino él y lo convencí para que la máquina le marcara una.
El premio mayor se vendió aquí y los clientes de cada semana
siguen apostando. Es sólo un pálpito. ¿No te comentó nada?
-No
puede ser, acá entra mucha gente de paso, me lo hubiera dicho, dijo
Patricia. Pagó y salió.
Sin
embargo, la duda se instaló en su cabeza. Después del trabajo,
cuando entró a su departamento, fue directamente a la habitación
que ocupaba Mariano. La cama estaba tendida. Abrió el placard, los
cajones: todo vacío. Sobre el escritorio sólo un diario de la
semana pasada. Se había llevado también la computadora y sus
carpetas personales.
Se
sentó en una silla, no podía creer lo que estaba viendo.
-Fue
por la conversación del otro día, se dijo. Acusó el golpe y de
rabia se fue, lo voy a encontrar, como que me llamo Patricia, lo voy
a encontrar. ¿Y si ganó el primer premio? Hijo de puta, de remil
putas. Lo voy a saber, lo conozco, su cara me lo va a decir. La mitad
es mía.
Durmió
inquieta y se despertó a la madrugada.
Puso
a cargar el celular y consultó la agenda. Descartó a los padres por
el momento, pero se detuvo en el número de Aníbal, él tendría que
darle alguna pista. Todavía era temprano, pero no podía esperar.
-Hola,
Aníbal, disculpa la hora, pero tengo urgencia de ubicar a Mariano,
se descompuso la mamá, le dijo, simulando estar angustiada.
-Hola
Pati, no puedo ayudarte, no tengo la nueva dirección, tendrás que
preguntar en el restaurant. Estoy en el Aeropuerto, salgo en media
hora para Lisboa.
-¿No
notaste nada raro? mintió, parece que ganó un premio importante en
el Quini 6. Necesito ubicarlo urgente, para poner en orden la
cobranza.
-No
sé nada Patricia, me tomas desprevenido, hay mucho ruido en la
linea, tengo que cortar, dijo y cortó. Después apagó el celular.
Era lo único que podía hacer por su amigo. ¿Su amigo? Eso se
vería.
Se
recostó en un sillón de la sala de embarque y siguió elucubrando:
-Inteligente el muchacho, reserva total, pero no le va a servir con
la arpía de Patricia, que se joda, va a tener que dejarle la mitad.
Patricia
se vistió y fue a su trabajo. Al mediodía, tomó un taxi que la
llevó al restaurant.
Tenía
que ser cuidadosa, nada de gritos, no era conveniente pregonar la
nueva situación. Quería verle la cara, cuando se enterara que ella
lo sabía. Le exigiría más de la mitad por habérselo ocultado.
En
recepción preguntó por él. Lo fueron a buscar. El empleado volvió
diciendo que era su día libre, que lo encontraría mañana.
Pidió
que la acompañara hasta la Oficina del Jefe de Personal. Se hizo
anunciar y entró.
-¿En
qué la puedo ayudar, Sra? le preguntó el Lic Arguello.
-Soy
la esposa de Mariano Menendez, dijo Patricia. Necesito saber dónde
lo puedo ubicar. Internaron a la madre. Es urgente.
El
profesional, buscó en la computadora y le informó:
-Tengo
registrado: Av Forest 1128 p6 Dto C y un número de teléfono fijo.
-¿Nada
más? Allí vivo yo, no puede ser, revise nuevamente, ordenó
Patricia.
-No
tengo otro. Hoy es su día libre, mañana lo va a encontrar
trabajando, dijo Arguello sorprendido. Algún familiar, de seguro le
habrá informado. ¿En qué Hospital está internada la madre, por si
se comunica con nosotros?
-En
el Durand. Le dejo mi número de celular para que me avise si lo
localiza. Es inadmisible que no tenga uno de él. Voy a preguntar en
la cocina, quizás alguno de sus compañeros…Me acompaña?
Patricia
no consiguió nada. Se retiró maldiciendo para sus adentros.
Mariano
tenía una cita con una Inmobiliaria especializada en la compra venta
de propiedades en el interior. Presentía que no podía quedarse con
los brazos cruzados. Tenía que dejar Buenos Aires. Patricia
encontraría un cabo suelto ante la menor sospecha. Ella seguía
concurriendo a la casa de Lotería, y allí seguía el cartel “Aquí
se vendió el premio del Quini 6, con su pozo millonario” que le
aseguraba publicidad.
El
vendedor de bienes raíces le presentó unos terrenos sobre el lago
Gutierrez, a 15 Km de Bariloche. Terrenos con bosque autóctono. Los
frentes daban sobre las asfaltadas rutas 82 y 40. En los alrededores
se estaban instalando pobladores con variedad de recursos y
profesiones. El turismo crecía todos los años y en la intersección
de las rutas un negocio gastronómico se veía muy rentable.
Vio videos del lugar y sintió que allí sería feliz. Dejó una seña
con los datos de Raquel. A la semana tendría que reforzarla. Ya
pensaría como seguir.
Pasó
por su monoambiente para cambiarse. Allí recibió el llamado de
Raquel, contándole de la visita de su esposa y de su intención de
encontrarlo a toda costa. Le dijo que no iba a ir a trabajar. Que le
inventara una indisposición gástrica y le encontrara un lugar para
pasar unos días. La llamaría en una hora.
Esperó
y cuando tuvo la información, bajó del edificio, subió al auto de
alquiler que había pedido y le indicó al chofer la dirección que
le había pasado Raquel.
Dejaron
la capital y entraron en Avellaneda por su avenida principal. Después
de un kilómetro, tomaron por una calle asfaltada, después empedrada
y finalmente de tierra, en un barrio de casas humildes, algunas con
cercos de alambre y veredas de cemento alisado. El auto se detuvo
frente a una casa, de esas antiguas, con galería frente a las
habitaciones y una planta de glicina, enroscada en uno de los gruesos
soportes de madera que sostenían el techo de tirantes y chapas.
Batió
palmas y esperó. Lo salió a recibir un señor mayor, ayudándose
con un bastón.
Después
del saludo y la presentación le indicó a Mariano su cuarto. Lo
esperaba para cenar.
El
dueño de casa, Vicente, daba clases, en un curso avanzado de
gastronomía. De allí, lo conocía Raquel. Mariano no podía haber
caído en mejor lugar. Al día siguiente se hizo cargo de la cocina y
puso en práctica varios de sus consejos.
Después
de una semana de tratar diferentes temas, coincidir en muchas
apreciaciones, se afianzó su amistad.
Mariano
le preguntó por Raquel y recibió una crítica positiva. La llamó y
le pidió que presentara de palabra la renuncia de él ante el Jefe
de Personal. El telegrama llegaría en el transcurso del día. No
debía hablar con nadie. Ella no hizo preguntas, solo le dijo:
“Cuídese”.
Mariano
seguía un plan, que fue pensando y armando durante los días en casa
de Vicente.
Una
mañana salió temprano de la casa y se hizo llevar al Estudio
Contable, dónde había trabajado en su juventud. Llevaba los
anteojos de sol. Tenía una cita que realizó por teléfono, con el
abogado a cargo. Se informó sobre la constitución de una sociedad
anónima, sus responsabilidades y beneficios. Retiró información
escrita. Abonó la consulta y subió al automóvil que lo estaba
esperando. A la tarde llamó a Raquel y le pidió que pasara a la
mañana siguiente, cuidando de que en su viaje nadie la siguiera.
Los
tres sentados a la mesa, escucharon la propuesta de Mariano. Los
necesitaba a los dos para que tomaran los cargos directivos de una
sociedad que iba a constituirse. Él no podía figurar por el
conflicto con su mujer. Les habló de su futura compra de las
propiedades en el sur y de su necesidad de que lo acompañaran en el
nuevo proyecto, un tiempo. Raquel y Vicente aceptaron, seducidos por
los nuevos horizontes.
Mariano
acompañó a Raquel hasta la puerta.
-Por
favor, ni una palabra a nadie. De tu silencio depende nuestro éxito.
No sé si podré agradecer todo lo que haces por mí. Cuidáte. Le
dio un beso en la mejilla, aunque hubiera preferido comerle la boca.
Ella
sintió su excitación y le devolvió un beso largo, apretándose
contra él. Después abrió la puerta y se fue.
A
VECES PASA CAP 5
Llegó
el día en que Mariano tenía que saldar su operación inmobiliaria.
Unos
días antes se constituyó la sociedad.
Viajó
con Vicente hasta la casa central del Banco Nación. Retiró el
dinero y lo guardó en un bolso de cuero muy gastado. Después
almorzaron pizza cerca de Plaza Italia y brindaron con cerveza. A la
tarde, terminaron de formalizar en una Escribanía.
Patricia
estaba más relajada, porque conoció a alguien especial. Después de
muchos años, había encontrado la horma de su zapato. Dejó el juego
y lo reemplazó por salidas: teatro, galerías de arte, escapadas de
fin de semana, pero quería más, viajes importantes. Por las noches,
las que le quedaban libres, imaginaba en que se gastaría su parte
del dinero, porque ahora, al serle tan esquivo Mariano, estaba segura
de que había acertado y eran millonarios. Le dijeron que no
trabajaba más en el establecimiento, pero no les creyó. Día por
medio pasaba por la cocina del restaurant y preguntaba por él.
Un
mediodía, Raquel, cansada de su insistencia, la acompañó hasta la
salida, contándole que Mariano estaba haciendo una suplencia en
Salta, que tardaría un mes, o quizás algo más. Le pidió el
teléfono para avisarle de su regreso. Fue convincente, porque la
mujer no volvió.
Mariano
y Vicente, viajaron al sur y se pusieron en contacto con un Estudio
de Arquitectura. Mariano volvió a Buenos Aires. Vicente se quedó en
Bariloche, quería conocer la ciudad, las agencias de turismo, los
proveedores de insumos.
Patricia
estaba durmiendo, cuando sonó el teléfono. Sonó dos veces, porque
al principio no quiso atenderlo, pero puteando, se destapó, se
incorporó y atendió.
La
noticia la dejó sin habla, anotó la dirección del velatorio y
colgó: había fallecido su suegra.
Desde
que se enteró de su enfermedad, una leucemia invasiva, Mariano
visitaba a su madre, todos los días de la semana, en horarios
diferentes. Nunca se encontró con Patricia. Cuando se produjo el
deceso, le pidió a Raquel que convenciera a su mujer de ir a
esperarlo a la Terminal de Micros, en su regreso de Salta. Esto le
daría tiempo para despedirse de su madre sin encontrarse con ella.
Todo
salió como lo planeado. Patricia se quedó una hora más, esperando
el arribo del próximo micro ómnibus y se peleó a los gritos con
los choferes, reclamando la presencia de su esposo. Cuando regresó
al velatorio, Mariano ya se había ido, pero no solo, porque se
encontró con Aníbal, llegado al país dos días antes.
Viajaron
hasta una confitería del Centro para conversar tranquilos.
Aníbal
estaba ojeroso, envejecido, llevaba una barba descuidada y unos ojos
rojos por falta de sueño.
-¿Qué
te anda pasando? le preguntó Mariano. Te ibas a quedar 6 meses,
¿estás enfermo?.
-Estoy
bien y me alegro de haberte encontrado, desde que llegué estoy
preguntando por vos sin respuesta. Discutí con mi jefe y me pidió
la renuncia. Es un inepto, pero es el que manda. Voy a recibir una
buena indemnización y tengo un proyecto para invertir, contó
Anibal.
-Es
bueno tenerte de vuelta. Yo dejé el trabajo en Buenos Aires, dijo
Mariano, pero su actual prudencia le aconsejó no seguir aclarando
por el momento.
-Me
hablaron de un destino en Salta, ¿Es así? Además me enteré que
ganaste una suma importante en Lotería, me lo confirmaron en la
Institución, mintió Aníbal con una seguridad pasmosa.
-No
puede ser, ellos tienen que respetar la privacidad de los ganadores,
dijo exaltado Mariano, y se dio cuenta tarde que había legitimado su
secreto.
-Quedáte
tranquilo, ¿Somos amigos o no? Pero ahora que lo sé te voy a pedir
un préstamo para mi nuevo emprendimiento.
-Seguro,
contá con eso, respondió Mariano. ¿Cuánto necesitas?
-La
mitad, lo que le correspondería a tu mujer, contestó Aníbal, sin
mirarlo Te ofrezco el 20% de la ganancia, cuando la tenga dentro de
unos años.
¿Si
no estoy de acuerdo? Yo también tengo inversiones proyectadas. La
mitad es mucho, dijo Mariano, molesto por la arbitrariedad de su
amigo.
-La
mitad, o Patricia se entera, le contestó con frialdad Aníbal.
A
Mariano se le cayó un ídolo.
-Está
bien, está bien, dame unos días, te llamo y arreglamos, le dijo.
-Me
voy, no te vas a arrepentir, conmigo vas a ganar mucha pasta, se
despidió Aníbal.
Mariano
estaba con bronca ¡Qué tonto había sido! Pidió otro café y llamó
a Raquel. Su voz lo tranquilizó. Le pidió que lo esperara en la
pensión.
Tomó
un taxi, antes necesitaba hablar con Patricia. Estaba decidido a
dejarle la mitad del premio. Estaba cansado de esconderse y de mentir
y la gota que rebalsó el vaso fue el apriete de Aníbal. No quería
verlo más.
Tocó
varias veces el portero eléctrico. Ya estaba por irse cuando le
contestó una voz de mujer desconocida. Se identificó y subió. Le
abrió Patricia, cubierta con una bata muy fina, dejando entrever sus
redondeces. Estaba sonrojada y agitada. Un bolero cantado por Chabela
Vargas, se escuchaba desde la habitación.
-Por
fin… Siento lo de tu mamá. Creo que tenés algo para decirme. Te
escucho, le dijo con impaciencia.
-Lo
del premio del Quini 6 es verdad. Mañana al mediodía, nos vemos en
el Banco Nación del Centro. Te corresponde la mitad. Pero mi abogado
va a tramitar el divorcio. Como están las cosas, es lo mejor para
los dos. Lo mantendremos en secreto, si es lo que querés. Me alegro
que hayas podido reconstruir tu vida.
Ninguno
de los dos, dijo nada más. Mariano se retiró.
Cuando
llegó a la Pensión, recorrió la galería hasta el cuarto nro 5, el
de Raquel. La construcción era antigua, pero sólida, y enredaderas
de jazmines le daban un toque de frescura. Golpeó la puerta. Sin
entrar le dijo:
-Me
gustaría que renuncies a fin de mes y viajes a Bariloche. Para todos
el viaje es a Salta. El nuevo emprendimiento te necesita, y yo, yo
también…
-Pasá,
tomemos un café, le dijo Raquel, sintiendo que quería decirle algo
más.
Mariano
le contó su última decisión sobre el dinero ganado y su separación
definitiva, y agregó:
-Me
traes la calma, mujer. Es muy tarde, me gustaría quedarme con vos.
Al
día siguiente, por la mañana se realizó el entierro, después se
despidió de Patricia. Aliviado tomó un taxi que lo llevó a un
Hotel cercano a Aeroparque. Estaba muy cansado. Cenó en el lugar y
tomó dos vasos de vino, pensando que pronto sería invisible.
-¿Podría
confiar en Vicente, en Raquel? Ya nada lo podría sorprender, sin
embargo los necesitaba como el agua.
La
figura de Raquel se agrandaba en su mente, pero después de lo de
Aníbal todavía lo asaltaban fantasmas que se reían de él. Todo
tenía que enfriarse y empezar de nuevo.
Al
dia siguiente viajó a Bariloche y de allí a su finca. Le pidió a
Vicente que actuara como intermediario con Raquel.
La
construcción avanzaba. La apertura sería para los primeros días de
enero.
Se
dejó crecer la barba, pero la tenía bien cuidada. El cabello
alborotado de siempre, desapareció después de un corte al ras.
Empezó a usar anteojos con vidrios que se oscurecían con la luz.
Adelgazó. Esa vida era la suya. Sólo necesitaba a Raquel.
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