La mañana siguiente
28 de octubre de
2016
Un tendal
de ramas y hojas, fue el resultado del vendaval de ayer. Como
contrapartida, hoy, un cielo celeste de punta a punta. Clara salió
para comprar provisiones. Casi lo mismo que pasaba hace 2000 años:
los humanos reunidos alrededor del fuego, dentro de rústicas casa de
piedra, los animales un poco más lejos, pero a cubierto, esperando
que las fuerzas de la naturaleza claudicaran. Al día siguiente los
hombres saldrían a cazar, a pescar o a sembrar y las mujeres a
emprolijar el entorno, buscar los huevos, las semillas, los frutos.
A
propósito de tiempos pasados y actuales, a Clara le llegaban por
Internet, relatos de diferentes autores, para leer y analizar. Un año
atrás se había anotado en un taller de interpretación de textos,
presencial. El coordinador tenía conocimientos de letras, en cambio
el grupo era muy variado: especialistas en historia, arte, música,
psicología, y otras no declaradas, conseguían que el debate fuera
ameno y enriquecedor.
Esta
semana le habían mandado una de las tantas joyas de Anton Chejov, de
título: “La tristeza”. Los primeros párrafos parecían
describir un cuadro, después todo se ponía en movimiento, como en
algunos videos actuales.
Clara los
releyó, sobrecogida: “La
capital está envuelta en las penumbras vespertinas. La nieve cae
lentamente en gruesos copos, gira alrededor de los faroles
encendidos, se extiende, en fina, blanda capa, sobre los tejados,
sobre los lomos de los caballos, sobre los hombros humanos, sobre los
sombreros. El
cochero Yona está todo blanco, como un aparecido. Sentado en el
pescante de su trineo, encorvado el cuerpo cuanto puede estarlo un
cuerpo humano, permanece inmóvil. Diríase que ni un alud de nieve
que le cayese encima lo sacaría de su quietud.
Su
caballo está también blanco e inmóvil. Por su inmovilidad, por las
líneas rígidas de su cuerpo, por la tiesura de palos de sus patas,
parece, aun mirado de cerca, un caballo de dulce de los que se les
compran a los chiquillos por un copec”.
Clara
dejó el texto y fue a la cocina. El sol entraba por la ventana. Su
Media escuchaba un capítulo más de un libro más, almacenado en su
computadora. A la tarden irían a caminar.
Comentarios
Publicar un comentario