Matrimonios y algo menos
MATRIMONIOS
Y ALGO MENOS
Sobre
la estructura de un Texto de Vicente Batista.
El
irritante sonido del despertador sacude a Miguel. Alarga su mano
derecha hacia la mesa de luz y con un movimiento automático termina
con el escándalo que se repite todas las mañanas y piensa “Es
domingo, otra vez me olvidé de adelantarlo”.
Abre
los ojos y con aprehensión mira de costado. “Por suerte no se
despertó”.
Natalia
continúa durmiendo, sin enterarse de nada. Miguel comienza a
vestirse en silencio, no quiere despertarla. La mira: el cuerpo de
ella apenas está cubierto por un camisón mínimo y transparente. ¿A
qué hora habrá llegado anoche?, no la escuché. Han pasado muchos
años, y ya no la desea como la primera noche.
Termina
de atarse los cordones de las zapatillas y se incorpora con sigilo
para abandonar la pieza.
Ella
abre los ojos y refunfuñando pregunta: "¿Qué hora es?"
Instintivamente
se cubre con las sábanas y se sienta sobre la cama. Quiere saber qué
día hace. Miguel se pone de pie, corre una cortina y mira al cielo.
"No hay una sola nube", informa, "un día peronista,
como le gustaba decir a tu padre". Es una mañana con mucho sol,
un cielo claro y brisa cálida, termina.
-Querido,
es temprano todavía, qué apuro por vestirte, mirame, si me tocas
te quemas, volvé a la cama dice en un susurro, mientras se quita el
camisón, mostrando su desnudez. Miguel mira para otro lado.
-Natalia,
sabes que de mañana no funciono.
Ella
cambia su expresión: “De mañana no y de noche, dormido como
Blancanieves, cuando volvamos te tomas una de las pastillas rojas del
chino, esto tiene que cambiar”
-Es
el stress, hago horas extra en el banco para que vos tengas un mejor
pasar, se defiende Miguel.
-Yo
cargo con la casa, la comida, me ocupo de tus padres y de los míos,
creo que estamos a mano. No tenés excusas, me voy a bañar, ¿querés
acompañarme?. Pero el último intento de Natalia por conseguir un
acercamiento muere en un portazo.
Son
casi las nueve y ya están listos para partir. Van de visita a casa
de unos amigos en una zona de casa bajas y pequeños jardines. Miguel
está calentando el motor, piensa que no arregló los frenos, de la
semana que viene no pasa, se compromete.
-Son
las nueve y media, señala Natalia y Miguel comenta que hay un largo
trecho y enfila hacia la casa de Sergio.
Ahí
también todo comenzará temprano, pero sin despertador. Sergio no lo
precisa: "Soy un reloj", asegura. Tampoco Nélida lo
necesita. Ella y él se despiertan casi al mismo tiempo y todos los
días a la misma hora. Es una rutina de años que ni uno ni otro
quiere cambiar.
Sergio
se sienta en el borde de la cama y por un largo rato se mira la
barriga; después repite lo de todas las mañanas: "Voy a tener
que hacer régimen".
-Quedate
un ratito más, podríamos…. sugiere Nélida.
-Dejate
de pavadas, le corta Sergio. Se levanta y va hacia la ventana. Nélida
da un par de vueltas en la cama y comprende que es imposible intentar
otro sueño. Sergio le pide que prepare unos mates.
Nélida
camina hacia donde está Sergio y lo abraza por la cintura.
-Vamos
a tener un lindo día, dice. Él le contesta con un gruñido y sale
de la habitación.
-Estoy
en el fondo, le grita, preparando la leña.
Nélida
comprende que tendrá que llevarle los mates al fondo. No le hace
gracia, pero hoy no tiene ganas de discutir. Llega con el mate y las
medialunas. Sergio apila el último tronco y después, con el mate en
la mano izquierda y una medialuna en la derecha, elogia la vida lejos
de la ciudad.
-Miguel
podrá hablar del Centro, dice, pero ésto no tiene precio.
Nélida
asiente, aunque ella prefiere la vida de la ciudad. Es una mañana
muy bonita y no tiene ganas de retomar una vieja e inútil discusión.
Tocan
el timbre. Nélida deja de cortar la lechuga y Sergio se aparta del
fuego. Van hacia la calle. El coche quedó estacionado a unos treinta
metros de la entrada, los frenos no respondieron. Miguel no le da
importancia. Ahora están todos en la vereda. Sergio y Nélida en la
puerta, dispuestos a entrar.
-Pavada
de día, dice Sergio y con un movimiento de cabeza señala al cielo.
Los
dos hombres están en el fondo, frente a la parrilla. Todo sucede sin
prisa: la carne se va dorando poco a poco, las mujeres en la cocina
aderezan las ensaladas, y los hombres frente a la parrilla beben
otro vaso de vino.
-¿Cómo
te va con Nélida, ya se le pasaron los calores? pregunta Miguel,
buscando un aliado a sus preocupaciones.
-Está
loca como una cabra, quiere acción todos los días, deben ser las
novelas de la tarde, contesta Sergio.
-Natalia
quiere que tome una pastilla, dice que son productos naturales,
recopilados de la antigua sabiduría china, no sé qué hacer,
confiesa Miguel.
-Mira,
a los chinos les debe dar resultado, por algo son tantos millones,
pero vos no la tomes, mira si después no te podes subir el cierre
del pantalón, un papelón, termina Sergio.
En
la cocina, son otros los comentarios.
-¿Porqué
cortas los tomates tan chiquitos? pregunta Nélida.
-Es
la bronca que me sobra, me imagino que estoy cortando en pedacitos a
ése que se la da de importante con su nueva adquisición, me
reemplazó por la Play 4, dice Natalia.
-No
exageres, Miguel es apuesto, simpático, comparalo con mi Sergio,
todavía tenes una joyita, la consuela Nélida.
Las
mujeres se acercan a la parrilla, parecen gárgolas con el cabello al
viento, pero ni Miguel ni Sergio les dan importancia. Sergio dice que
los chorizos ya están a punto.
Un
rato después los cuatro rodean la mesa. Hablan de fútbol y del
próximo casamiento de una prima de Nélida: de la ropa y de los
regalos.
Una
hora después ha quedado bastante carne en el asador y casi toda la
ensalada en las fuentes. Natalia dice: ¡qué pena por las ensaladas!
y agrega que la carne se puede comer a la noche.
-Vamos
a comprar cerveza y miramos el partido. Rácing-Boca, un partidazo
dice Sergio.
-Si,
es más barato en Cota, vamos con mi auto comenta Miguel y salen los
dos un poco achispados.
Nélida
le pide a Natalia que la acompañe al dormitorio.
-Tengo
la película: Ardiente Pasión, te va a gustar.
Mientras
se imaginan en el papel de la protagonista, viviendo una almibarada
historia de amor con algunos retoques eróticos, no escuchan las
sirenas de la ambulancia y los bomberos en el cruce de las dos
avenidas.
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