CAMBIOS
Recuerdo
los toboganes, de madera lustrada. Cuanto más altos mejor. Subir
desesperados los escalones, para gozar de unos segundos de vértigo,
un descenso sin control y volver a empezar.
Ahora los
hay gigantes, de lona acolchada, para varios niños a la vez, pero
ellos están sentados tipeando en un celular.
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