ESPEJISMO
Ni bien
puse los pies en la vereda, principio del resto del mundo, divisé
una silueta, casi a 80 metros.
-A ese
hombre lo conozco, me dije. Hoy lo soñé, en la hora gris, cuando se
junta la última sombra con el destello del alba. Sus ojos me
hablaban, su cuerpo me invitaba a ser uno, pero me desperté y todo
se desdibujó. Durante el desayuno traté de retener sensaciones. Fue
difícil, todo se vuelve nube cambiante y al final no queda nada.
Di unos
pasos y me acomodé el cabello.
-¿Será
posible, cómo sabe que vivo en este barrio? Me mudé hace un mes. Mi
corazón comenzó a acelerarse.
-Si, es
su porte, su andar firme, su curiosidad por todo. Está observando lo
que lo rodea, buscándome, continué, contestándome a mi misma.
¿Qué
voy a decirle, después de tres años? Hola. Él se hará cargo del
resto. Está acostumbrado a negociar, a convencer, encontrará la
manera de que todo parezca natural.
Faltan 20
metros y ya me imagino respirando su piel, cuando lo salude con un
beso.
Está muy
cerca y todavía no lo miro. Cuando levanto la vista, no reconozco
sus ojos. Dos carbones brillantes en sendas cuencas oscuras me
desorientan.
-Dame el
bolso o sos boleta. ¿Me escuchaste? No me mires así, larga el reloj
y los anillos ¿Me escuchaste?
No puedo
moverme, no atino ningún sonido. Alcanzo a ver una hoja con borde de
plata, que sale de su bolsillo y entra en mi costado izquierdo. El
bolso se desliza de mi hombro. No siento mi caída, sólo el fuego
que me consume y el alivio al salir muy lentamente un líquido
viscoso que puedo sentir sobre la mano abierta. Después la
oscuridad.
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