EL LAVASECARROPAS AUTOMÁTICO
En
una pequeña ciudad costera, en una casa, parecida a otras casas,
sobre calles de arena bordeadas de tilos, como otras bordeadas de
eucaliptus, pinos o gomeros, había un lavarropas: un recipiente
blanco con paletas y tapa. Con una manguera externa conectada a una
canilla se llenaba de agua, y el mismo señor que abría la canilla,
agregaba el jabón en polvo y las paletas hacían su trabajo.
Después el señor bajaba la manguera y el tambor se desagotaba. Lo
mismo realizaba para los enjuagues, después retiraba la ropa y la
ponía en un secarropas. Finalmente colgaba todo en la cuerda y a las
tres horas la retiraba, doblaba y colocaba sobre la cama. La esposa,
enfrascada en su mundo interior, lleno de personajes e historias,
cuando entraba al dormitorio la guardaba y lo que se le ocurría era:
¡Qué bien calentó el sol y sopló el viento!
Conclusión:
nunca te olvides de agradecer al que realiza un trabajo que nadie ve.
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