VIAJE FINAL
Siempre
el viento, atravesando sin barreras las resignadas ramas retorcidas y
tirando la nieve acumulada por la noche. Una fría noche larga, dónde
hasta las estrellas se juntaban un poco para dejar de tiritar.
Magda y
Tomás dormían y se abrazaron cuando empezó la duermevela, ese
estado de ligera inconsciencia que surge con el día. El estallido de
un tronco, quemándose en la chimenea de la sala, los despertó.
-Hoy va a
ser un sábado largo, dijo Tomás restregándose los ojos, tenemos
que traer a casa las cabras, el frío no suelta. Voy a buscar más
leña al galpón y después los huevos. Vamos Magda, continuó,
vistiéndose abrigado, todos querrán pan caliente.
Tenían
siete hijos, cuatro varones en una habitación y tres niñas en la
otra. Todos dormían debajo de edredones de lana de cabra.
A Tomás
le gustaba el silencio de la casa, por las mañanas muy temprano.
Magda,
con pantalones gruesos y botas de cuero se acercó a la cocina
económica, removió los rescoldos y agregó ramas finas y después
algunos troncos. Se acomodó la capa de tejido apretado sobre la
camisa de algodón grueso, llenó la pava con agua y la puso a
calentar para preparar te. Se volvió hacia la mesa, estiró el
mantel de hule y comenzó con la masa. A media mañana, el olor a pan
casero despertó a la tribu. Todos untaron con manteca, algunos
agregaron mermelada y otros huevos fritos.
-El día
va a ser soleado. Conocen sus tareas, dijo Magda, dirigiéndose a sus
hijos Hay estofado en la caja con hielo. Voy con vuestro padre hasta
el prado más alto, para juntar las cabras y arrearlas hasta aquí.
Acompañados
por tutores, subieron comiendo manzanas. Las casas se veían
diminutas cuando se sentaron sobre unas piedras recalentadas por el
sol. Magda desplegó una carpeta grande entre ellos, depositó dos
panes con fetas de jamón crudo. Tomaron de una botella de cerveza.
-La
señora Shell me prestó este libro de Rilke, dijo ella, escucha:
-“El
amor consiste de ésto, que dos soledades se protegen y se tocan y se
acogen la una a la otra”. ¿No es bello?
-¡Ay,
mujer mía, que niña eres! Levantó su brazo abrazándola y
continuó:
-Alemania
necesita botas y zapatos, entre otras cosas, leí la solicitada en el
Municipio. Me anoté como proveedor suizo, me darán un adelanto para
el cuero. Carlos y Daniel aprenderán el oficio de cortar las
hormas. Lili es buena con la aguja. Si trabajamos duro, podremos
tener un negocio, frente a la Plaza de la Villa.
-Lástima
los muertos en el frente. Tiene prestigio ensanchar las fronteras con
tierras regadas con sangre. No lo entiendo, terminó la mujer. Se
incorporó y levantó el libro, la botella y un reloj que había
llevado. Es hora de volver a casa.
Tomás se
adelantó, azuzando las cabras con sonidos guturales y una vez las
vio correr, ladera abajo, esperó a Magda, la enlazó por la cintura
y comenzaron a descender también ellos. El sol calentaba sus
espaldas pero en el horizonte, gruesos nubarrones de hielo, empezaban
a ganar volumen.
-Esta
noche volverá a nevar, comentó Tomás.
Un rayo
de luz, se escurrió entre los pinos e iluminó una superficie de
hielo de unos dos metros de lado, dónde se reflejaba el bosque y se
formaba un arcoiris. Tomás corrió, sorprendido por el fenómeno.
Magda lo alcanzó, giró, levantando apenas la pollera y se agachó,
con la idea de tocar los colores. Fue demasiado para el hielo, que se
quebró en cientos de filosos bordes, tragándose a la pareja en una
grieta de cinco metros de profundidad. La nieve de la noche niveló
el terreno y por muchos años no se supo de ellos. Muchos años
fueron 75. Los cuerpos quedaron momificados y un deshielo los
descubrió. Algunos de sus hijos, muy ancianos, lloraron al entender
que no los habían abandonado.
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