VINO DE CIRUELAS
Claudio
se despertó con su ronquido. Abrió los ojos desorientado y miró el
reloj. No lo podía creer, ya las siete y media.
-Antes la
luz entraba más temprano, pensó.
-Mirta,
es tarde, le dijo a su mujer.
-Media
hora más, dijo ella, girando su posición y tapándose con la
sábana.
-¿No vas
a preparar el mate? preguntó Claudio, terminando de vestirse.
-Te lo
llevo después al galpón. Andá llenando las botellas, que con la
Mari, tapamos y etiquetamos.
Claudio
entró en la cocina. Exprimió un limón en un vaso de agua y se lo
tomó.
La
Cooperativa tenía más compradores desde que al ingeniero se le
ocurrió probar con las ciruelas. Había dos hectáreas plantadas con
las moradas. El precio del mercado estaba en baja. Maduraban y caían.
Las mermeladas se vendían en el invierno. Lo rentable era el vino
patero y este vino delicioso de ciruelas que era una revelación.
El
ingeniero le encontró el punto justo, ligeramente dulzón y con
cuerpo.
Se lo
dieron a probar a un representante del INTA, el que daba los cursos
sobre huerta y repartía las semillas buenas, las que daban
fruto.
Quedó encantado y los que brindaron con él, se deshicieron en
elogios.
Claudio
fue al galpón y se encontró con el Bocha, que estaba acercando al
tonel, las docenas de botellas, empaquetadas en plástico. Cortaba el
material y acomodaba los envases sobre una cinta ancha que se
desplazaba haciendo girar una manivela.
Claudio
llenaba y colocaba las botellas sobre una mesa contigua. Llegó Mari
y comenzó a taparlas, bajando una palanca que introducía el corcho
en el cuello verdoso.
Mirta
trajo el paquete de etiquetas autoadhesivas: sobre un fondo blanco,
una foto esfumada de árboles y viñedos. En la parte superior el
contorno de Argentina, con la inscripción de Cooperativa de Trabajo
Nuestra Identidad. En la inferior “CIRUELA”, Vino Artesanal.
Centro Agroecológico. Quintas de Villa Domínico.
Volvió
con el amargo, un termo y el inalámbrico. Tenía una llamada en
espera.
-Viejo,
me piden tres cajones para el fin de semana. Son para un geriátrico.
Los pasan a buscar el viernes.
-Si,
mujer, recordales el horario.
Al rato
volvió a llamar el teléfono.
-Es un
periodista, comentó Mirta, quiere hacer una nota para un programa de
radio.
-Después
de las tres de la tarde, dijo Claudio.
Mirta se
lo comunicó y siguió hablando dándole las indicaciones para
llegar.
-Se baja
en la Estación de Villa Domínico, cruza las vías y camina hacia el
rio. Hay un canal que termina contra el terraplén ferroviario. Al
costado hay un camino de tierra que lo lleva hasta la Cooperativa.
Como el
hombre no conocía el lugar, subió al convoy con una bicicleta.
Divisó el canal y el camino tapizado de pasto. Pedaleó hasta una
pizarra escrita con tiza, que rezaba:
“Si
biene en bici o moto, pare Aquí. El resto camine. El ruido molesta
al perro”
Apoyó el
rodado contra un árbol y mientras se acercaba a los edificios pensó:
-¿Se
habrán despertado de la siesta?
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