FALTA DE ATENCIÓN



La casa era de ocupación estacional. Estaba cerrada y con alarma de acceso digital: cuatro números para activar y cuatro para desactivar. Osvaldo viajó dos días antes en ómnibus, adelantándose al grupo femenino que llegaría en automóvil. Ventilar la casa, enchufar la heladera, cortar el pasto, comprar bebidas eran sus premisas. Entró con los números anotados y salió despavorido ante la bocina del detector de intrusos. Lo intentó otra vez, con igual resultado. Cargó su bolso y tratando de pasar inadvertido fue a dormir a un hotel. Pensó y pensó el porqué de ese castigo sonoro. Habló por teléfono para verificar los números, algún truco que se le hubiera pasado por alto. Le confirmaron la simpleza de la operación. Lo volvió a intentar, pulsando número por número, pero el sonido lo volvió a expulsar de la casa. Después de un día en la playa, apoyado contra la cerca del vecino esperó el arribo de las mujeres. Cayó la noche y todo por hacer. La dueña de la casa, lo miró sorprendida e indignada. Entró con paso firme. Levantó la tapa plástica, marcó el código y… Osvaldo miraba desde atrás, listo para largarse, pero nada sucedió. Se sintió desorientado, fulminado por la mirada lega. Un año más tarde confesó que los números los digitaba sobre la tapa de plástico.

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